viernes, 14 de noviembre de 2008

Blacker en Brasil

El 20 de enero de 1910, apenas cinco meses después de la muerte de Leoncio Blacker Martel, su hijo Juan Alejandro Blacker León, de 23 años, contrajo matrimonio en la iglesia de Belén con Estela Leontina Kemish Vaslin, de 26 años, una reconocida integrante de la alta sociedad limeña que solía participar activamente en los más selectos bailes y fiestas de la época.

Ella, quien era conocida socialmente como Ninón Kemish, había nacido en Lima el 9 de diciembre de 1883 y había sido bautizada en el Sagrario de la Catedral el 4 de octubre de 1886. Su padre fue el inglés Charles Kemish, natural de Birmingham, quien llegó al Perú como ingeniero hidráulico y plomero de la Compañía Duncan y que luego se convirtió en un empresario de marcado éxito en el sector de agua potable, siendo socio principal de la compañía Kemish & Melson. La madre de Ninón fue Carolina Vaslin, hija del comerciante francés Francisco Vaslin, quien poseía una famosa tienda de sombreros en la calle Mercaderes.

Charles Kemish ya había muerto cuando su hija Ninón contrajo matrimonio con Alejandro Blacker León en una ceremonia privada. Los padrinos de la pareja fueron Carlos Blacker, hermano del novio, y Carolina Vaslin de Kemish. Después de la boda, se realizó una discreta reunión en la casa de la familia Silva Rodríguez por el reciente duelo del novio. Posteriormente, la pareja viajó de luna de miel a Buenos Aires en el vapor "Polynesia".

El matrimonio duró muy poco tiempo y aparentemente culminó en los peores términos. Se sabe que Ninón Kemish se mudó a París tras su fracaso matrimonial, mientras que Alejandro Blacker formó rápidamente una familia con Aída Clara Gunner Kemish, prima hermana de su esposa. Aída había nacido en el Callao el 8 de marzo de 1891 y era hija del inglés John Gunner y la estadounidense Jane Kemish O´Brien.

No se conocen las repercusiones sociales que tuvo la sorpresiva unión de Alejandro con la prima hermana de Ninón, pero llama la atención que haya pocos rastros oficiales de la pareja en Lima, donde supuestamente nacieron sus dos hijas mayores: Lucy y Perla.

Hasta la fecha solo se ha encontrado la inscripción civil de Perla Blacker Gunner, quien fue registrada con el nombre de Pearl el 1 de mayo de 1916. Perla había nacido el 26 de abril de 1916 a las ocho de la mañana. En el documento Alejandro Blacker se identificó como Alex John Blacker, dijo tener 30 años, ser casado, comerciante y vivir en la Avenida Exposición número 475. Sobre su esposa, la identificó como Ayda Gunner, natural de Nueva York y de 25 años de edad. Sus testigos fueron Augusto Stagnaro y Rodolfo Crevani.

En tanto, en Estados Unidos se ha hallado una lista de pasajeros del barco a vapor "Tivives", que el 30 de septiembre de 1913 arribó a Nueva York teniendo entre sus ocupantes a Alejandro Blacker y Aída Gunner, quien se declaró su esposa. Asimismo, Alejandro señaló ser “agente” y consignó como su domicilio la calle del Tren, en Chorrillos, donde vivía la familia Blacker León.

Tras su retorno de Estados Unidos, Alejandro y Aída no permanecieron por mucho tiempo en el Perú. El era aparentemente agente de seguros de una compañía internacional y estaba obligado a viajar a distintos países, en los que pasaba largas temporadas. Por ejemplo, su tercer hijo, Alexandre, nació en Santiago de Chile; mientras que su última descendiente, Gladys, nació en Mendoza, Argentina. Sin embargo, los viajes constantes terminaron cuando Alejandro y Aída decidieron establecerse en Brasil, país al que ingresaron formalmente el 4 de noviembre de 1920.

Los motivos por los que eligieron Brasil como lugar de residencia no están claros, pero no fue una feliz elección. Tres o cuatro años después de su llegada, Alejandro Blacker León desapareció sin dejar rastro. Un día salió de su casa y se detuvo en un bar de la calle do Acre con Rua Sao Bento, en la región portuaria de Río de Janeiro. En el bar dejó algunas de sus pertenencias y nunca más se le volvió a ver. Su esposa lo buscó desesperadamente durante décadas sin ningún éxito.

Una hipótesis es que Alejandro Blacker fue tomado preso y luego asesinado. Esta idea se basa en el hecho de que él solía hablar de política con apasionamiento y se cree que en el bar tuvo una discusión. Era una época de una gran represión gubernamental en todo Brasil y, como Blacker era extranjero, no es extraño pensar que fue apresado y luego desaparecido.

En los años 20 se había producido en Brasil una explosión militarista, muy influida por los sucesos que ocurrían en Europa y que provocó manifestaciones de distinto signo, que fueron severamente reprimidas. Por ejemplo, en 1924, se produjo la rebelión de los "tenentes", uno de cuyos principales dirigentes era Luis Carlos Prestes, posteriormente un líder mítico del Partido Comunista Brasileño. Los "tenentes" eran un grupo de oficiales jóvenes que intentaban minar el componente oligárquico del sistema político brasileño.

Después de la desaparición de Alejandro, Aída y sus cuatro hijos permanecieron en Brasil con la esperanza de hallarlo algún día. Más de una década después de ese triste episodio, el 10 de noviembre de 1939, Aída se registró en el Consulado Peruano en Río de Janeiro con el nombre de Aída Gunner Blacker. En esa ocasión informó que era viuda y que residía en Matías Barbosa, una ciudad pequeña en el estado de Minas Gerais.

Foto: Nota aparecida en El Comercio sobre el matrimonio de Alejandro Blacker León y Ninón Kemish Vaslin. El enlace fue efímero.

martes, 21 de octubre de 2008

La muerte de Leoncio

El 19 de agosto de 1909, cuando su hija menor tenía apenas 2 años de edad, Leoncio Blacker Martel murió en la calle del Tren, número 92, en el distrito de Chorrillos. La defunción fue registrada en la Municipalidad de Chorrillos por su joven hijo Carlos, quien en ese momento se declaró soltero y comerciante.

En la partida de defunción se señala correctamente que Leoncio falleció a la edad de 54 años, mientras que los testigos del deceso fueron el empleado Miguel Fragua y el comerciante Pedro Guimet. Sin embargo, un dato que causa sorpresa es que Carlos Blacker inscribió a su padre como hijo de Juan Blacker y Gavina Alzamora. Esto no sólo significa que la confusión respecto al verdadero apellido de Gavina duró muchos años, sino que el fallecido quedó registrado erróneamente como Leoncio Blacker Alzamora y así permanece en los archivos del municipio chorrillano.

En la partida de defunción se señala, además, que la causa de muerte fue un "epitelioma de cuello", pero en la inscripción posterior, antes del entierro en el cementerio Presbítero Maestro, se anota que la causa de fallecimiento fue una neumonía.

A pesar de que pasó varios días postrado en cama antes de su muerte, Leoncio no dejó testamento. Según fuentes familiares, él trabajaba en ese entonces para su madre como encargado de cobrar los alquileres de las propiedades que Gavina Martel poseía en La Magdalena y Chorrillos.

Su muerte dejó a su numerosa familia en una incómoda posición económica y su viuda, Emilia León, se vio obligada a pedirle ayuda a su suegra, aunque la relación entre ambas no era nada cordial. La madre de Leoncio aceptó apoyar económicamente a su nuera, pero con una reducida mensualidad. En ese momento las niñas Blacker León acudían al colegio León de Andrade, que estaba ubicado en el centro de Lima y que posteriormente se convertiría en el colegio Sophianum.

Por los testimonios recogidos es evidente que Gavina Martel exhibía en esa época una sólida posición económica. Incluso, unos días antes de la muerte de Leoncio, Gavina sufrió un robo en su propia casa de la calle Ilave. Fue un hurto valioso que mereció la atención de la prensa y la noticia se publicó en el diario El Comercio el 5 de agosto de 1909. En la nota periodística se detalla el robo de varias alhajas valorizadas en 1,920 soles de la época y Gavina aparece citada como viuda de Blacker.

La manera cómo Gavina Martel acumuló propiedades y joyas permanece en el misterio. Ella recibía una pensión mensual por la muerte de su hijo José Páramo en la guerra con Chile, pero ese dinero no era prueba suficiente para explicar su buena situación económica. No ha sido posible comprobar si recibió periódicamente dinero del comerciante inglés John Blacker (como ella lo declaró cuando solicitó al Arzobispado de Lima la partida de bautizo de su hijo Leoncio) o si recibió algún tipo de indemnización, aunque existe un documento que podría aclarar algunas dudas.

En ese documento, que data de diciembre de 1888 y que fue encontrado en el Arzobispado de Lima, Gavina señala textualmente lo siguiente: “siéndome necesario absolutamente acreditar mi legitimidad y la de mi difunto hermano don Matías Martel, presbítero de la diócesis de Trujillo, acudí a la parroquia del Sagrario para obtener tanto mi partida bautismal como la de mi referido hermano, pero desgraciadamente ambas matrices no se hallan en los registros de dicha parroquia”.

Gavina agrega que su hermano había fallecido el 26 de octubre de 1888 en la ciudad de Piura “dejando intereses sin heredero”, y acota: “yo como legítima hermana debo hacer míos legalmente esos intereses”.

A los 53 años de edad, Gavina solicitó por primera vez su partida de bautizo y se dio con la sorpresa de que no existía. Para acreditar que decía la verdad tuvo que presentar dos testigos: el agricultor Valentín del Corral y Juan Loyola, amigo íntimo de sus padres. Ambos supuestamente habían estado presentes en su bautizo. Adicionalmente presentó otro testigo: el carpintero Melchor Balbuena, ex vecino de su familia en el barrio de Santo Domingo. Finalmente, Gavina adjuntó como prueba de legitimidad la partida de matrimonio de sus padres.

En corto tiempo, la iglesia aceptó su solicitud y ella quedó registrada en el libro de bautizos de diciembre de 1888 como hija de José Dolores Martel y Gertrudis Reyes. Según el documento, Gavina nació el 19 de febrero de 1835, lo que a lo largo de esta investigación nos ha permitido calcular su edad “oficial”, aunque otro documento deja abierta la posibilidad de que en realidad haya nacido dos años antes, en 1833.

Por otra parte, la partida de bautizo de su hermano Matías se registró recién en 1890 y en ella figura que nació en 1837. Se cree que la inscripción de las partidas bautismales le permitió a Gavina acceder a los intereses dejados por su hermano fallecido, lo que podría explicar, en parte, la posición económica que alcanzó. Decimos “en parte” porque su hermano fue un religioso de rango intermedio y es poco probable que haya amasado una considerable fortuna.

Un hecho anecdótico en esta historia es que como madrina de bautizo de Gavina Martel aparece citada Mercedes Zamora, cuyo apellido es muy similar al que se atribuyó Gavina durante muchos años. Sin embargo, en esta petición al Arzobispado, Gavina extrañamente no hizo ninguna referencia al apellido Alzamora. Por eso sorprende que en 1909, veinte años después de este episodio, su nieto Carlos haya declarado que su padre Leoncio fue hijo de Gavina Alzamora.

Foto: La revista Variedades publicó una fotografía de Leoncio Blacker y una pequeña reseña dando cuenta de su fallecimiento.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Cuatro mujeres

Menos de un mes después de la subasta de la biblioteca privada de John Blacker, su hijo Leoncio y Emilia tuvieron en Lima a su séptimo descendiente. Fue una niña y se llamó María Elisa Francisca. Ella nació el 3 de diciembre de 1897 y fue bautizada en la iglesia de Santa Ana el 19 de junio de 1898. Sus padrinos fueron José Devescovi y Adela Vargas de Devescovi.

Por otra parte, existe registro civil del nacimiento de un niño llamado Juan Blacker el 24 de junio de 1899. Otra niña nació el 2 de agosto de 1900 de la mano del Siglo XX y su nombre fue Carmen María Angélica Blacker León. Casi dos años después, el 3 de julio de 1902, vino al mundo Aurelia Blacker León, cuyo bautizo se realizó el mismo día en la iglesia de Santa Ana y su madrina fue Manuela Blacker de Monteverde.

Finalmente, el 15 de octubre de 1907, nació María Teresa Blacker León. En círculos familiares siempre se comentó que Leoncio y Emilia fueron padres de 10 hijos, pero está claro que tuvieron un número mayor tomando en cuenta los registros de María Gavina Andrea y Juan, presumiblemente fallecidos de manera prematura.

La mayoría de los hijos de la familia Blacker León nacieron en los altos de la calle Huanta, número 60, en Barrios Altos. Emilia León conocía muy bien esa zona ya que, antes de casarse con Leoncio, ella había vivido en el número 245 de la calle Mestas.

Barrios Altos era en esa época un barrio muy importante, que albergaba a personas muy adineradas y que al mismo tiempo tenía entre sus vecinos a pequeños comerciantes provincianos y empleados de oficios menores. Era usual que en medio de casonas y negocios lujosos se encontrara un corralón, caracterizado por ser un solar de dimensiones generalmente rectangulares, con un solo caño de agua, sin servicios higiénicos, casi sin ventilación y alumbrado por la luz de las velas o las "mechas" de los famosos "lamparines" a kerosene.

En aquellos tiempos Lima continuaba dividida en cuarteles y se cree que la familia Blacker León vivía en el cuartel 2, distrito 4, que se ubicaba hacia el lado de la iglesia de Santa Ana, terminando por la calle Mestas hasta la calle Rufas. En esa zona residieron también una gran cantidad de inmigrantes italianos y por ese motivo a la Plaza Santa Ana se le rebautizó con el nombre de Plaza Italia. Actualmente, su nombre oficial es Plaza Raimondi.

Las condiciones generales en las que se desarrolló la vida de la familia Blacker-León no se conocen al detalle. Se sabe que Leoncio Blacker fue un hombre muy estricto con sus hijos y que fue comerciante, aunque el éxito o fracaso de sus actividades profesionales no se puede determinar con exactitud porque no existen registros al respecto.

Lo que se puede comprobar es que alcanzó cierta notoriedad social porque su matrimonio se anunció en la prensa y la noticia de su muerte, en 1909, se publicó con una fotografía en la revista Variedades. Los hijos de Leoncio solían decir que su padre era inglés. En realidad, era una costumbre de esos tiempos que un descendiente de padre extranjero tome la nacionalidad del progenitor, así haya sido hijo natural y no haya sido inscrito en un consulado. Eso le permitía adquirir cierta posición dentro de la sociedad, porque Lima era una ciudad particularmente generosa con todo lo que tuviera que ver con los foráneos de raza blanca llegados de Europa o Norteamérica. Esos extranjeros y sus descendientes, sin importar el oficio que desempeñaran, eran siempre tratados con admiración y respeto.

Foto: Leoncio Blacker junto a su esposa Emilia, su hermana Manuela, sus hijos Leoncio y Delia Victoria Blacker Mascaro y sus hijos Alejandro, Carlos, Manuel, Emilio, Jennie y Mercedes Blacker León.

martes, 19 de agosto de 2008

El obstinado coleccionista

El comerciante inglés John Blacker Thierry no tuvo una buena relación con su hijo Carlos, a quien siempre le reprochó su escaso interés por los negocios y su apego a la vida distraída. Sin embargo, Blacker siempre aceptó a su hijo en casa y, fiel a las costumbres de la época respecto a los hijos varones, le dio el privilegiado trato de primogénito, aunque en realidad tenía un hijo mayor, Leoncio, viviendo en el Perú.

Un año después de la boda de Carlos, John Blacker continuaba trabajando y se había acostumbrado a convivir con una bronquitis crónica. Sus problemas de salud no parecían serios cuando, de forma inesperada, un fatal ataque cardíaco le costó la vida. Blacker murió en su casa el 6 de abril de 1896 a los 73 años de edad y su deceso fue inscrito en Londres por su hijo menor, John.

Tras su muerte se conocieron una serie de increíbles detalles acerca de su enloquecida afición por coleccionar libros antiguos, cuyo valor no radicaba en sus páginas sino en que estaban cubiertos por las más finas encuadernaciones del periodo del Renacimiento, las que alguna vez habían pertenecido a bibliotecas de reyes, reinas, coleccionistas, papas y cardenales.

La delirante historia está registrada en el libro Eloquent Witnesses, bookbindings and their history, editado por Mirjam M. Foot. En la publicación se señala que desde 1873 John Blacker tuvo el monopolio de las compras de los libros encuadernados que enviaba en consignación desde París a Londres un tal Monsieur J. Caulin.

Todos los libros llegaban a la tienda del respetado anticuario Bernard Quaritch y Caulin aseguraba que los libros habían sido propiedad de Francisco I, Enrique II y III, Catherine de Medici, Diane de Poitiers y Anne de Montmorency, entre otros personajes de la realeza y el clero. Por una comisión del 5 por ciento, Quaritch vendía indefectiblemente tales tesoros a John Blacker, a quien llamaba “el cliente importante”.

No fue hasta 1885 que un hecho casual fue clave para descubrir que los costosos libros que Quaritch vendía a Blacker eran, en realidad, simples falsificaciones. En el verano de 1885, después de muchos años de rechazar cualquier posibilidad de viajar fuera de Londres por temor a alejarse de sus libros, John Blacker viajó repentinamente a la ciudad de Blois, en Francia. El comerciante inglés no tenía dudas de la autenticidad de sus encuadernaciones, pero estaba ansioso por aprender más sobre ellas. Sin embargo, en ese viaje a Francia, Blacker fue advertido de que Caulin era el seudónimo que utilizaba un famoso falsificador llamado Hagué, quien ya había perpetrado un gran fraude en un museo.

A su regreso de Blois, John Blacker se reunió con Quaritch y le contó los detalles de su descubrimiento. Quaritch, aparentemente horrorizado, se comprometió a detener toda transacción futura. No obstante, Blacker le insistió que continuara vendiéndole los libros de Caulin. El comerciante inglés se rehusaba a creer que eran falsificaciones y pensaba que todo era un ardid del mismo Caulin para recuperar los libros a bajo precio.

Quaritch aceptó continuar con las transacciones, pero con tres condiciones: la primera, que en las futuras negociaciones actuaría como simple servidor de Blacker; la segunda, que estaría al margen de cualquier responsabilidad legal o financiera; y la tercera, que cobraría 10 por ciento de comisión en lugar de 5 por ciento. El anticuario argumentó que el alza de la comisión se justificaba porque era un riesgo para su reputación vender libros que podían ser falsificados.

Estas extraordinarias condiciones fueron aceptadas por John Blacker, quien firmó un acuerdo el 9 de enero de 1886. Durante cinco años más, hasta 1890, Blacker continuó pagando incluso cantidades más altas para adquirir los libros enviados por Caulin a Quaritch. En total, el comerciante inglés gastó una fortuna superior a las 70 mil libras esterlinas de aquella época.

Tanta obsesión desarrolló Blacker por sus libros antiguos que prohibió a su familia hablar sobre ellos. Incluso, su esposa Carmen Espantoso (*) e hijos no podían atreverse ni siquiera a mirarlos. Para conservar los libros, Blacker encargó confeccionar cajas especiales a medida, las cuales fueron hechas de cuero y terciopelo por la firma Leuchars, la más cara en Bond Street.

Cada libro encajaba perfectamente en cada caja, en la que el comerciante inglés guardaba además un sachet de perfume Atkinson. Cada noche, después de la cena, Blacker se sentaba en absoluta soledad en el comedor de su casa para admirar sus libros. Si alguien de la familia aparecía por casualidad, Blacker tenía siempre a la mano una tela de seda para cubrir los libros e impedir que sean vistos. Alguna vez, cuando un técnico fue a su casa a arreglar el cierre de una de sus finas cajas, Blacker comentó que “hubiera sido capaz de pagar 50 libras esterlinas para que ese hombre no viera el libro”.

La obsesión que desarrolló llegó a extremos incomprensibles. Nunca quiso mostrar los libros ni discutir sobre ellos con otros coleccionistas o conocedores, y disfrutó su afición en estricto secreto, como si se tratara de algo prohibido.

La historia dio un vuelco radical e inesperado en 1890 cuando Caulin, el proveedor de los libros, viajó a Londres para conocer personalmente a John Blacker. El encuentro se produjo en la tienda de Quaritch, ubicada en Piccadilly Street número 15. Aquel día, contra toda lógica, Caulin confirmó que en realidad era el falsificador Hagué y confesó que él mismo había hecho las encuadernaciones de todos los libros que había enviado a Quaritch y que habían terminado en manos de Blacker.

A pesar de haber escuchado la confesión con sus propios oídos, el comerciante inglés rechazó obstinadamente la historia que había escuchado, sostuvo que los libros no podían ser falsificaciones y creyó que Hagué estaba tratando simplemente de comprárselos a bajo precio para poderlos revender. No obstante, desde ese día hasta su muerte en 1896, Blacker no compró otro libro enviado por Caulin (Hagué) a Quaritch.

El heredero de la biblioteca de John Blacker fue su hijo Carlos, quien nunca había visto los libros y ni siquiera sospechaba que eran falsificaciones. Cuando se produjo la muerte de su padre, Carlos confiaba en recuperarse económicamente con la venta de tan fastuosa colección privada. Por ese motivo decidió visitar al anticuario Bernard Quaritch, quien personalmente le contó todos los detalles de la historia. Ante semejante revelación, Carlos terminó desanimado y confundido. Posteriormente, Quaritch lo visitó en su casa para revisar los libros y le recomendó llevar algunas piezas al Museo Británico para que sean evaluadas por expertos.

Carlos no debía mencionar ninguna duda sobre los libros y sólo preguntar por su valor, de modo que los expertos pudieran decidir imparcialmente sobre su precio. Al final, Carlos y su esposa seleccionaron cuatro libros y los llevaron al Museo Británico. Dos expertos tomaron primero el libro con la encuadernación más modesta y se entusiasmaron con él. Inmediatamente lo señalaron del periodo del rey francés Francisco I.

Luego, revisaron un segundo ejemplar, lo miraron en silencio e intercambiaron miradas. Sin mencionar palabra alguna tomaron nuevamente el modesto libro que habían visto con anterioridad. Uno de ellos lo examinó cuidadosamente, sacudió su cabeza y luego hizo comentarios a su colega acerca de algo incorrecto en la cubierta. Una parte del diseño no se ajustaba al periodo supuesto.

Después de esto, ellos perdieron interés y necesitaron sólo una mirada más para decir que todos eran una falsificación. La evaluación no les tomó más de 10 minutos y aunque admiraron la encuadernación y el trabajo a mano, no dudaron en decir que eran falsificaciones. La esposa de Carlos Blacker, Caroline Frost, se mostró sorprendida porque en menos de 15 minutos los expertos del Museo Británico habían descubierto algo que Quaritch y su experto, Mr. Kearney, no pudieron descubrir durante casi 20 años.

Comprensiblemente enfadado, Carlos Blacker fue a increpar a Quaritch por los resultados obtenidos y le preguntó: "¿Por qué usted no solicitó la opinión de un experto durante todo el tiempo que le vendió los libros a mi padre?" Quaritch replicó: "No hay mayor experto en el mundo que nuestro Mr. Kearney".

En realidad, Michael Kearney, un reputado linguista y pensador al servicio de Quaritch, sí había tenido sospechas sobre las encuadernaciones. Aunque no era un especialista en la materia, Kearney le había advertido a Quaritch de que en algunas encuadernaciones el cuero lucía sospechosamente reluciente y que algunos finos acabados parecían haberse conseguido con la utilización de herramientas modernas. Quaritch siempre minimizó esas advertencias.

Finalmente, la colección completa fue rematada en Sotheby´s el 11 de noviembre de 1897 a un precio irrisorio de 1,900 libras esterlinas y fue presentada bajo el siguiente nombre: “A Remarkable Collection of Books in Magnificent Modern Bindings, formed by an Amateur (Recently deceased)”.

Carlos hizo todo lo posible para que el tema no se hiciera público con la finalidad de evitar que su padre sea recordado como un absoluto tonto y se convirtiera, además, en una burla pública. Con esta acción también ayudó a salvaguardar el prestigio y honestidad de Bernard Quaritch, cuya casa comercial funciona hasta la actualidad en Inglaterra.

John Blacker Thierry dejó escrito un testamento en el que no hace ninguna mención a los hijos naturales que tuvo en el Perú.

Foto: John Blacker Thierry (sentado) en una fotografía familiar junto a su hijo Carlos.

(*) Respecto a Carmen Espantoso Oramas, esposa de John Blacker Thierry, debe decirse que falleció el 27 de noviembre de 1917. Los detalles de su muerte forman parte de las memorias escritas por su nieto Carlos Paton Blacker Frost.

Unas semanas antes de su deceso y en plena Primera Guerra Mundial, Carmen Espantoso cayó enferma con dolores abdominales. Varios doctores fueron consultados y todos coincidieron al decir que no había nada que hacer porque ella tenía un tumor inoperable.

El caso fue finalmente tomado por el doctor Maumus, quien era en cierta medida amigo de la familia. Maumus decidió utilizar morfina para aliviar los dolores de la paciente lo que provocó que Carmen Espantoso perdiera el apetito (no comió por nueve días antes de su muerte) y sufriera alucinaciones repitiendo constantemente frases en francés y español, tales como 'Mon Dieu comme c'est beau de mourir,' 'Que tu es beau, mon Dieu' y 'Señorito Jesús, qué lindo eres".

Además, según relataron sus familiares más cercanos, su fallecimiento estuvo rodeado de heroicidad y sacrificio. Carmen Espantoso era una devota católica y quedó particularmente afectada cuando se enteró de que su nieto John Robin Blacker Frost había muerto durante la guerra a los 18 años de edad.

Por eso, cuando el conflicto armado todavía no había terminado, decidió hacer un ofrecimiento a Dios para salvar las vidas de sus familiares más jóvenes, en especial las de sus nietos Carlos Paton Blacker Frost, quien también formaba parte del ejército británico (Coldstream Guards), y Ernest Devaux Blacker, oficial en la armada alemana, paradójicamente enemiga de Inglaterra.


Antes de morir y sufriendo terribles dolores, Carmen Espantoso le contó a su hija Dolores que se sentía muy feliz porque Dios había aceptado su sacrificio y tomaría su vida a cambio de preservar la de sus familiares más jóvenes.

Producto de una travesura del destino o de la inmensa fe de Carmen Espantoso, su nieto Carlos Paton sobrevivió en efecto a la guerra, estudió medicina, se especializó en psiquiatría, participó en la Segunda Guerra Mundial y luego se convirtió en uno de los pioneros de la planificación familiar en el mundo. Carlos Paton murió en 1975 dejando tres hijos: John Blacker, Thetis Blacker y Carmen Blacker. Los tres alcanzaron alto reconocimiento profesional en Inglaterra y fallecieron sin dejar descendencia.

sábado, 9 de agosto de 2008

Carlos Blacker Espantoso

Corría también el año 1895 cuando, poco antes de las sangrientas disputas políticas de Lima, el hijo mayor del comerciante inglés John Blacker y Carmen Espantoso contrajo matrimonio en Londres. Juan Carlos Blacker, quien solamente utilizaba su segundo nombre, se casó con la estadounidense Caroline “Carrie” Frost.

Ella era hija de Daniel Frost, un estricto hombre natural de St. Louis, quien había ocupado cargo de general en el ejército confederado durante la guerra civil norteamericana. Daniel Frost se oponía a la boda de su hija, pero ella encontró la manera de viajar de Estados Unidos a Inglaterra para casarse con Carlos Blacker en febrero de 1895.

Carlos estudió en Oxford, era políglota, brillante lingüista, con refinados gustos y variados intereses, entre los que se encontraban la literatura, la antropología social y el estudio de la religión comparada. Además, tuvo como buenos amigos a distinguidas personalidades literarias como Anatole France, George Bernard Shaw y el polémico Oscar Wilde, quien lo consideraba el “hombre más elegante de Londres” e incluso le dedicó uno de sus libros para niños llamado The Happy Prince.

Sin embargo, Carlos Blacker era también un amante del ocio y, antes de su matrimonio, nunca había hecho ningún intento serio para ganarse la vida. Su única incursión en el mundo de los negocios tuvo resultados catastróficos porque perdió todo su dinero y fue declarado en bancarrota en 1894. Este desastre económico lo condujo además a la ruptura con uno de sus mejores amigos, el Duque de Newcastle, quien lo acusó de hacer trampa jugando a las cartas delante de varios testigos.

Sin dinero y totalmente desconcertado por la falsa acusación que se difundió por todo Londres, Carlos Blacker decidió imponerse un autoexilio y alejarse de Inglaterra para vivir entre París y Friburgo, donde residía su hermana Carmen. Su hijo mayor, Carlos Paton, nació en París el 8 de diciembre de 1895 y dos años después nació su segundo hijo: John Robin.

En todo el material investigado hasta el momento no se ha encontrado ninguna pista que permita saber si Carlos Blacker tuvo alguna referencia sobre la existencia de sus cuatro medios hermanos en el Perú. Lo más probable es que sus padres hayan mantenido en absoluto secreto cualquier información relacionada a Gavina Martel y a sus hijos.

Por otro lado, en la actualidad es posible encontrar diversas referencias a Carlos Blacker en varias publicaciones relacionadas al afamado Caso Dreyfus. Por ejemplo, existe un libro en francés llamado L´Affaire Dreyfus de A á Z, en el cual el doctor J. Robert Maguire escribe un capítulo corto titulado Carlos Blacker.

Alfred Dreyfus fue un militar judío francés, acusado de traidor y espía, que fue degradado públicamente en París por vender secretos militares a Alemania. Dreyfus fue sentenciado a cumplir una condena de por vida en la Isla del Diablo, en la Guyana Francesa. Blacker, en su momento, conoció la verdad del caso a través de un amigo cercano, el coronel italiano Alessandro Panizzardi, quien le reveló que Dreyfus no era culpable y que el verdadero responsable de espionaje era el comandante Marie-Charles-Ferdinand Walsin-Esterhazy, un exéntrico personaje que pagaba con información secreta sus deudas de juego.

Blacker le contó la historia a Oscar Wilde con la intención de darle el estímulo necesario para retomar su carrera literaria y escribir una historia a favor de Dreyfus. Sin embargo, Wilde no atravesaba por un buen momento personal, había sido condenado a dos años de trabajos forzados acusado de actos homosexuales y estaba arruinado material y moralmente. Wilde no le dio importancia al asunto y, además, le contó a un periodista los detalles de lo revelado por Blacker. Esta inesperada deslealtad de Wilde provocó que Blacker reciba una andanada de ataques en la prensa francesa, por lo que tuvo que abandonar París junto a su familia.

Finalmente, el escritor Emile Zola publicó la verdadera historia del caso en 1898 bajo el nombre Yo acuso y provocó una profunda conmoción en la sociedad francesa. Dreyfus fue absuelto de los cargos en su contra y su caso llegó a ser tan importante que se crearon tres nuevas palabras en francés vinculadas al hecho: dreyfusards, dreyfusiens y dreyfusistes.

"Dreyfusards" fueron llamados los primeros defensores de Dreyfus, los que lo apoyaron desde un principio, incondicionalmente. Entre ellos se cuenta a Carlos Blacker Espantoso. "Dreyfusistes" fueron llamados quienes reflexionaron sobre las implicancias profundas del caso y sostenían a partir del mismo la necesidad de realizar reformas políticas y sociales.

Los "Dreyfusiens" recién aparecieron en diciembre de 1898 cuando el enfrentamiento entre dreyfusards y antidreyfusards se volvió excesivamente áspero, llegando a comprometer la estabilidad de la Tercera República Francesa. Aunque consideraban injusta la situación de Dreyfus, su principal preocupación era calmar la situación para salvar al régimen republicano parlamentario de entonces.

Foto: Carlos Blacker Espantoso nació en Lima y fue medio hermano de Leoncio, Manuela, Aurelia y Natalia. Fotografía J. E. Mayall Studios.

viernes, 25 de julio de 2008

La familia crece

Al inicio de la última década del siglo XIX la economía peruana intentaba recuperarse, pero la situación política del país era siempre motivo de incertidumbre. Nicolás de Piérola escapó de prisión, estuvo oculto en Lima durante seis meses y partió a Guayaquil el 14 de abril de 1891 amenazando la estabilidad del gobierno de Morales Bermúdez.

Poco tiempo después del viaje de Piérola, exactamente el 12 de mayo de 1891, la familia de Leoncio Blacker y Emilia León siguió creciendo. Ese día nació el cuarto hijo varón del matrimonio: Emilio Maximiliano.

También en el año 1891 se realizó un nuevo censo en Inglaterra, en el cual el comerciante John Blacker Thierry aparece viviendo en la dirección ya conocida de Sussex Square junto a su esposa Carmen, su hijo John –de 24 años y sin ocupación– y seis sirvientes.

Volviendo a la familia Blacker-León, un nuevo miembro llegó muy pronto. Se trató de una niña, quien nació el 24 de septiembre de 1892. La bebe recibió el nombre de María Mercedes. Fue bautizada a los seis meses y 25 días de nacida en la iglesia de Santa Ana el 19 de abril de 1893. Sus padrinos fueron Samuel Palacios, y Eliza Urriaga y León.

Curiosamente, ese mismo día fue bautizado Emilio Maximiliano, quien estaba a punto de cumplir dos años de edad. Sus padrinos fueron Lisandro de la Puente (su apellido materno fue Brousset y se trató de un reputado coronel muy cercano a Andrés Avelino Cáceres) e Isabel Chacón o Charón, quien anteriormente había sido madrina del segundo hijo de Leoncio y Emilia: Carlos.

Ocho meses después del primer cumpleaños de María Mercedes se produjo la muerte del presidente Remigio Morales Bermúdez en pleno ejercicio de su mandato, lo que provocó el regreso de Cáceres a la presidencia y el surgimiento de guerrillas rebeldes afines al presidente y a Nicolás de Piérola en el interior del país.

Cuando Morales Bermúdez murió en mayo de 1894, Emilia León estaba nuevamente embarazada. Así, el 17 de agosto de 1894, nació el sexto descendiente de la familia y fue una niña: Luz Amelia Jennie Blacker León, bautizada en la iglesia de Santa Ana el 24 de febrero de 1895. Sus padrinos fueron el coronel Samuel Palacios y Mendiburu, y la señorita Josefina Devescovi. Sobre Palacios, quien también era padrino de María Mercedes, debe decirse que en 1890 fue presidente de la Comisión Especial Organizadora de la Administración del Departamento de Loreto por encargo de Andrés Avelino Cáceres.

En marzo de 1895, días después del bautizo de Luz Amelia Jennie, Nicolás de Piérola ingresó violentamente a la ciudad de Lima al mando de las guerrillas rebeldes que habían surgido al interior del país y entre sus acompañantes se encontraba Edmundo Seminario y Aramburu, quien años antes había sido testigo en el matrimonio de Leoncio y Emilia.

Durante dos días, Piérola y sus montoneros se enfrascaron en encarnizadas luchas callejeras con las fuerzas leales al presidente Cáceres. El caos fue total en la ciudad y los muertos pasaron los dos millares. Los cadáveres, desperdigados por las calles de Lima, se convirtieron en una amenaza para la salud pública ante la posibilidad de una epidemia.

Los civiles se refugiaron en sus casas hasta que después de una tregua para enterrar a los muertos se logró establecer una Junta de Gobierno que convocó a elecciones. Cáceres dejó el país y Nicolás de Piérola resultó elegido presidente. La primera vicepresidencia recayó en Guillermo Billinghurst y la segunda vicepresidencia la ocupó Augusto Seminario y Váscones, quien había sido padrino en la boda de Leoncio y Emilia. Este episodio histórico es conocido como la batalla de Lima y, según el historiador Jorge Basadre, inicia el primer gobierno civil de la República Aristocrática.

Respecto a los personajes que aparecen ligados a la familia de Leoncio Blacker en este particular momento, llama la atención que dos coroneles cercanos a Cáceres hayan sido padrinos de tres de sus hijos y que dos acérrimos "pierolistas" hayan sido padrino y testigo en su matrimonio. Eso era como mezclar el agua y el aceite en una época claramente marcada por la discusión y el enfrentamiento político.

Foto: El coronel Samuel Palacios y Mendiburu, padrino de bautizo de dos hijas de Leoncio Blacker y Emilia León. Archivo Courret.

domingo, 29 de junio de 2008

La boda de Leoncio y Emilia

Mientras el Perú trataba de recuperar el rumbo y cerrar las heridas de la guerra con Chile bajo el mandato de Andrés Avelino Cáceres, la vida personal de Leoncio Blacker Martel depararía más de una sorpresa.

En 1887 Leoncio tuvo dos hijas naturales. Una de ellas llamada Delia Victoria, hija de Josefina Mascaro Lozano, la madre de su primogénito, mientras que la segunda niña se llamó María Gavina Andrea, hija de Emilia León Mandujano. Respecto a esta segunda bebe, existe un documento en el registro civil que certifica que fue declarada y reconocida por Leoncio Blacker, y que su nacimiento se produjo el 10 de noviembre de 1887.

Esta información permite suponer que durante un tiempo indeterminado Leoncio desarrolló una relación sentimental paralela con Josefina Mascaro y Emilia León. Las repercusiones sociales o familiares que produjo esta situación no se conocen al detalle, pero se sabe que la madre de Leoncio, Gavina Martel, nunca tuvo una relación cordial con Emilia. Sin embargo, la oposición de su madre no fue una barrera para que Leoncio deje de frecuentar a su joven pareja. En relación a María Gavina Andrea Blacker León, se presume que murió poco tiempo después de su nacimiento porque no fue bautizada y no existen mayores datos sobre su existencia.

Pasado el año 1887, parece claro que la relación entre Leoncio Blacker y Emilia León termina por consolidarse definitivamente. El 19 de diciembre de 1888 nació Nemesio Carlos Blacker León. Paradójicamente, el niño nació el mismo día que su medio hermano Nemesio Leoncio y ambos compartieron el primer nombre porque el 19 de diciembre se celebraba en Lima a San Nemesio mártir. El bautizo de Carlos fue el 18 de octubre de 1889 en la iglesia de Santa Ana y sus padrinos fueron Reynaldo Luya e Isabel Chacón o Charón.

A pesar de su numerosa descendencia, Leoncio permanecía soltero. No obstante, su estado civil estaba a punto de cambiar. Días antes del bautizo de Carlos ya se había abierto el expediente matrimonial de Leoncio Blacker Martel, de 34 años de edad, y Emilia León Mandujano, de 21.

En ese documento Leoncio se declaró hijo natural de Juan Blacker y Gavina Martel, y adjuntó una carta al arzobispo, fechada el 1 de octubre de 1889, con el objeto de que se acelerara la lectura de las proclamas porque tenía urgencia de contraer matrimonio: “... no siéndome posible demorar su realización hasta la terminación de lectura de proclamas que prescribe el Santo Concilio de Trento, por las razones que verbalmente he expuesto a su excelentísima y reverendísima; ocurro a su benevolencia suplicándole que en merito a ellas se digne a habilitar martes y jueves diez del presente para la lectura de dos de las proclamas”, dice la carta de Leoncio.

El arzobispo accedió a la petición y aunque no se citan las razones por las que Leoncio pidió acelerar la celebración de la boda, se ha descubierto que hubo un motivo que pudo ser concluyente para convencer al arzobispo: Emilia tenía ocho meses de embarazo. Los testigos de soltería de la pareja fueron los italianos Santiago Queirolo, quien ya había fundado en La Magdalena Vieja (hoy Pueblo Libre) una taberna cuya fama perdura, y Juan Monteverde, el esposo de Manuela Blacker.

Finalmente, el 14 de diciembre de 1889, en la iglesia de Santa Ana, se llevó a cabo el matrimonio de Leoncio y Emilia. Los padrinos fueron Gavina Martel y Augusto Seminario y Váscones, respetado hacendado y coronel perteneciente a una influyente familia piurana y quien, además, había cumplido una activa participación en la guerra con Chile.

Como testigos del enlace se presentaron Lorenzo Martel, hermano de Gavina, y un sobrino de Augusto Seminario y Váscones llamado Edmundo Seminario y Aramburu, quien años más tarde se involucraría en revueltas políticas y llegaría a ser diputado. La noticia del enlace fue publicada en el diario El Comercio y menos de un mes después del matrimonio, el 1 de enero de 1890, nació Manuel Augusto Blacker León. Su bautizo se efectuó once días más tarde, el 12 de enero, en la iglesia de Santa Ana. Actuaron como sus padrinos Lorenzo Martel y Jesús Aedo.

En ese mismo año, Andrés Avelino Cáceres, quien ya había firmado el controvertido Contrato Grace para intentar salvar la economía del país, dejaría la presidencia en manos del coronel Remigio Morales Bermúdez, otro miembro del Partido Constitucional que Cáceres formó después de la guerra con Chile. El triunfo electoral de Morales Bermúdez se facilitó porque el gobierno envió a prisión a Nicolás de Piérola, a quien considerada un peligroso adversario en las elecciones.

En 1890 la economía nacional había experimentado una leve mejoría. Las cámaras de Comercio de Lima, Arequipa y Callao habían vuelto a funcionar, se fundó la Sociedad de Minería y los grupos extranjeros residentes en Lima fundaron varias asociaciones, bancos y beneficencias.

Foto: Recorte del diario El Comercio en el que se anuncia el matrimonio de Leoncio Blacker y Emilia León. Diciembre de 1889.