jueves, 17 de marzo de 2011

Quilca, primer destino

A las once de la mañana del viernes 24 de setiembre de 1824 el barco inglés "Wanderer" ancló en el fondeadero de Quilca, el puerto de Arequipa. En ese momento, aunque la independencia del Perú ya había sido declarada por José de San Martín, los comerciantes extranjeros estaban obligados a solicitar una autorización especial a las autoridades españolas para desembarcar mercadería o trasladarse a otros lugares.

Ese primer vistazo al Perú no fue muy grato para Heinrich Witt, quien describe Quilca como una villa situada en un estrecho valle cubierto de maleza, por el que un río baja hacia el océano. Escribió Witt que el pueblo consistía en unas cuantas casuchas que rodeaban una iglesia en ruinas y que en la boca del río se había formado un banco de arena sobre el cual rompía el oleaje con violencia. Sin embargo, ese era el único lugar donde se podía conseguir agua fresca.

El domingo 26 de setiembre de 1824 Heinrich Witt dejó el "Wanderer" y bajó por primera vez a tierra, mientras que sus compañeros de viaje John Moens y el doctor Francis Anderson arreglaban sus papeles para solicitar permiso para viajar a Arequipa. Tras su primera visita a Quilca, Witt fue muy severo en sus apreciaciones: "Quilca me pareció el lugar más infeliz en el que haya puesto los ojos. Tiene 60 chozas miserables hechas de simple caña, sin cubierta de barro, sin color. Solo algunas de ellas tienen esteras sobre las cañas mientras que los techos tienen solamente esteras, lo cual ofrece poca protección frente a la lluvia. Se nos dijo que días atrás un toro y un caballo unidos por una correa, al tratar de ir violentamente en distintas direcciones, habían derrumbado varias chozas".

Ese día y en una de esas precarias viviendas Witt encontró al rico comerciante bonaerense Manuel Marcó del Pont, quien acababa de llegar de Camaná. Marcó del Pont junto al español Ambrosio Ibáñez habían obtenido una licencia especial del gobierno de Madrid para realizar actividades comerciales en los puertos intermedios de Sudamérica. Ellos tenían, asimismo, un acuerdo comercial con Anthony Gibbs & Sons de Londres.

Cuenta Witt que la casa donde encontró a Marcó del Pont no tenía ninguna ventana, siendo la puerta la única abertura que dejaba entrar la luz exterior. Sin embargo, el interior del lugar estaba forrado con tela de cáñamo y el suelo estaba entarimado. El mobiliario consistía en una cama envuelta en una piel, un baúl y un asiento hecho con dos palos y una tabla cruzada, donde se encontraba sentado Marcó del Pont, quien sufriendo de escalofríos y cubierto por un manto, se veía miserablemente enfermo.

Después de esa visita formal a un notable allegado a la Casa Gibbs, Witt notó que habían algunas carpas dispersas por el vecindario y ocupadas por alrededor de 40 hombres y mujeres que habían llegado de Camaná con el propósito de bañarse (en Quilca, dice Witt, fue la primera vez en su vida que vio a mujeres fumar y bañarse en el mar).

Además, bajo una carpa abierta, estaban el comandante del puerto y varios españoles almorzando juntos. Los gastos corrían por cuenta de Lucas de la Cotera, un comerciante español establecido en Arequipa, a quien todos los extranjeros que llevaban carga a los puertos intermedios estaban obligados a encomendarse y que debido a su riqueza tenía gran influencia sobre el gobernador español. En este punto cabe repetir que la Casa Gibbs era una de las pocas excepciones y no estaba encomendada a Lucas de la Cotera, sino a Marcó del Pont e Ibáñez.

El mismo domingo 26 de setiembre Witt, Moens y Anderson almorzaron a bordo del "Egham" del capitán Turner. Cuenta Witt que por primera vez probó el pisco, al cual describe como "un licor puro, blanco y fuerte hecho de uvas... que toma su nombre del puerto de Pisco, desde donde se exporta".

A pesar de que Witt describió a Quilca como un lugar precario y casi salvaje, él mismo reconoció su importancia comercial al consignar el nombre de los barcos y capitanes que se encontraban anclados en el puerto el martes 28 de setiembre de 1824. Ahí estaban los barcos ingleses "Wanderer" del capitán Warren y "Egham"del capitán Turner; los bergantines ingleses "Shakespeare"del capitán Morley, "Alpha"del capitán London, "Arab"del capitán Hamilton y "Dolphin", un barco de Gibraltar consignado a Samuel B. Mardon. La corbeta norteamericana "Peacock" del capitán Canning, la coberta francesa "La Diligente"del capitán Villars,  el barco norteamericano "Tartar"del capitán Gerry y los barcos franceses "Le Telegraphe" y "Ernestine".

Finalmente, el sábado 2 de octubre de 1824 llegó la autorización española para el viaje de John Moens y el doctor Francis Anderson a Arequipa. Ambos bajaron a tierra junto a Witt y se unieron a los capitanes Hamilton, Turner, London, Warren y Baldwin, quien había llegado dos días antes a mando del "Cora". Moens y Anderson querían trasladarse ese mismo día a Arequipa, pero se dieron con la sorpresa de que casi toda la población de Quilca estaba ebria debido a la celebración de una boda. Fue imposible conseguir mulas o guía y tuvieron que postergar el viaje para el día siguiente.