martes, 19 de agosto de 2008

El obstinado coleccionista

El comerciante inglés John Blacker Thierry no tuvo una buena relación con su hijo Carlos, a quien siempre le reprochó su escaso interés por los negocios y su apego a la vida distraída. Sin embargo, Blacker siempre aceptó a su hijo en casa y, fiel a las costumbres de la época respecto a los hijos varones, le dio el privilegiado trato de primogénito, aunque en realidad tenía un hijo mayor, Leoncio, viviendo en el Perú.

Un año después de la boda de Carlos, John Blacker continuaba trabajando y se había acostumbrado a convivir con una bronquitis crónica. Sus problemas de salud no parecían serios cuando, de forma inesperada, un fatal ataque cardíaco le costó la vida. Blacker murió en su casa el 6 de abril de 1896 a los 73 años de edad y su deceso fue inscrito en Londres por su hijo menor, John.

Tras su muerte se conocieron una serie de increíbles detalles acerca de su enloquecida afición por coleccionar libros antiguos, cuyo valor no radicaba en sus páginas sino en que estaban cubiertos por las más finas encuadernaciones del periodo del Renacimiento, las que alguna vez habían pertenecido a bibliotecas de reyes, reinas, coleccionistas, papas y cardenales.

La delirante historia está registrada en el libro Eloquent Witnesses, bookbindings and their history, editado por Mirjam M. Foot. En la publicación se señala que desde 1873 John Blacker tuvo el monopolio de las compras de los libros encuadernados que enviaba en consignación desde París a Londres un tal Monsieur J. Caulin.

Todos los libros llegaban a la tienda del respetado anticuario Bernard Quaritch y Caulin aseguraba que los libros habían sido propiedad de Francisco I, Enrique II y III, Catherine de Medici, Diane de Poitiers y Anne de Montmorency, entre otros personajes de la realeza y el clero. Por una comisión del 5 por ciento, Quaritch vendía indefectiblemente tales tesoros a John Blacker, a quien llamaba “el cliente importante”.

No fue hasta 1885 que un hecho casual fue clave para descubrir que los costosos libros que Quaritch vendía a Blacker eran, en realidad, simples falsificaciones. En el verano de 1885, después de muchos años de rechazar cualquier posibilidad de viajar fuera de Londres por temor a alejarse de sus libros, John Blacker viajó repentinamente a la ciudad de Blois, en Francia. El comerciante inglés no tenía dudas de la autenticidad de sus encuadernaciones, pero estaba ansioso por aprender más sobre ellas. Sin embargo, en ese viaje a Francia, Blacker fue advertido de que Caulin era el seudónimo que utilizaba un famoso falsificador llamado Hagué, quien ya había perpetrado un gran fraude en un museo.

A su regreso de Blois, John Blacker se reunió con Quaritch y le contó los detalles de su descubrimiento. Quaritch, aparentemente horrorizado, se comprometió a detener toda transacción futura. No obstante, Blacker le insistió que continuara vendiéndole los libros de Caulin. El comerciante inglés se rehusaba a creer que eran falsificaciones y pensaba que todo era un ardid del mismo Caulin para recuperar los libros a bajo precio.

Quaritch aceptó continuar con las transacciones, pero con tres condiciones: la primera, que en las futuras negociaciones actuaría como simple servidor de Blacker; la segunda, que estaría al margen de cualquier responsabilidad legal o financiera; y la tercera, que cobraría 10 por ciento de comisión en lugar de 5 por ciento. El anticuario argumentó que el alza de la comisión se justificaba porque era un riesgo para su reputación vender libros que podían ser falsificados.

Estas extraordinarias condiciones fueron aceptadas por John Blacker, quien firmó un acuerdo el 9 de enero de 1886. Durante cinco años más, hasta 1890, Blacker continuó pagando incluso cantidades más altas para adquirir los libros enviados por Caulin a Quaritch. En total, el comerciante inglés gastó una fortuna superior a las 70 mil libras esterlinas de aquella época.

Tanta obsesión desarrolló Blacker por sus libros antiguos que prohibió a su familia hablar sobre ellos. Incluso, su esposa Carmen Espantoso (*) e hijos no podían atreverse ni siquiera a mirarlos. Para conservar los libros, Blacker encargó confeccionar cajas especiales a medida, las cuales fueron hechas de cuero y terciopelo por la firma Leuchars, la más cara en Bond Street.

Cada libro encajaba perfectamente en cada caja, en la que el comerciante inglés guardaba además un sachet de perfume Atkinson. Cada noche, después de la cena, Blacker se sentaba en absoluta soledad en el comedor de su casa para admirar sus libros. Si alguien de la familia aparecía por casualidad, Blacker tenía siempre a la mano una tela de seda para cubrir los libros e impedir que sean vistos. Alguna vez, cuando un técnico fue a su casa a arreglar el cierre de una de sus finas cajas, Blacker comentó que “hubiera sido capaz de pagar 50 libras esterlinas para que ese hombre no viera el libro”.

La obsesión que desarrolló llegó a extremos incomprensibles. Nunca quiso mostrar los libros ni discutir sobre ellos con otros coleccionistas o conocedores, y disfrutó su afición en estricto secreto, como si se tratara de algo prohibido.

La historia dio un vuelco radical e inesperado en 1890 cuando Caulin, el proveedor de los libros, viajó a Londres para conocer personalmente a John Blacker. El encuentro se produjo en la tienda de Quaritch, ubicada en Piccadilly Street número 15. Aquel día, contra toda lógica, Caulin confirmó que en realidad era el falsificador Hagué y confesó que él mismo había hecho las encuadernaciones de todos los libros que había enviado a Quaritch y que habían terminado en manos de Blacker.

A pesar de haber escuchado la confesión con sus propios oídos, el comerciante inglés rechazó obstinadamente la historia que había escuchado, sostuvo que los libros no podían ser falsificaciones y creyó que Hagué estaba tratando simplemente de comprárselos a bajo precio para poderlos revender. No obstante, desde ese día hasta su muerte en 1896, Blacker no compró otro libro enviado por Caulin (Hagué) a Quaritch.

El heredero de la biblioteca de John Blacker fue su hijo Carlos, quien nunca había visto los libros y ni siquiera sospechaba que eran falsificaciones. Cuando se produjo la muerte de su padre, Carlos confiaba en recuperarse económicamente con la venta de tan fastuosa colección privada. Por ese motivo decidió visitar al anticuario Bernard Quaritch, quien personalmente le contó todos los detalles de la historia. Ante semejante revelación, Carlos terminó desanimado y confundido. Posteriormente, Quaritch lo visitó en su casa para revisar los libros y le recomendó llevar algunas piezas al Museo Británico para que sean evaluadas por expertos.

Carlos no debía mencionar ninguna duda sobre los libros y sólo preguntar por su valor, de modo que los expertos pudieran decidir imparcialmente sobre su precio. Al final, Carlos y su esposa seleccionaron cuatro libros y los llevaron al Museo Británico. Dos expertos tomaron primero el libro con la encuadernación más modesta y se entusiasmaron con él. Inmediatamente lo señalaron del periodo del rey francés Francisco I.

Luego, revisaron un segundo ejemplar, lo miraron en silencio e intercambiaron miradas. Sin mencionar palabra alguna tomaron nuevamente el modesto libro que habían visto con anterioridad. Uno de ellos lo examinó cuidadosamente, sacudió su cabeza y luego hizo comentarios a su colega acerca de algo incorrecto en la cubierta. Una parte del diseño no se ajustaba al periodo supuesto.

Después de esto, ellos perdieron interés y necesitaron sólo una mirada más para decir que todos eran una falsificación. La evaluación no les tomó más de 10 minutos y aunque admiraron la encuadernación y el trabajo a mano, no dudaron en decir que eran falsificaciones. La esposa de Carlos Blacker, Caroline Frost, se mostró sorprendida porque en menos de 15 minutos los expertos del Museo Británico habían descubierto algo que Quaritch y su experto, Mr. Kearney, no pudieron descubrir durante casi 20 años.

Comprensiblemente enfadado, Carlos Blacker fue a increpar a Quaritch por los resultados obtenidos y le preguntó: "¿Por qué usted no solicitó la opinión de un experto durante todo el tiempo que le vendió los libros a mi padre?" Quaritch replicó: "No hay mayor experto en el mundo que nuestro Mr. Kearney".

En realidad, Michael Kearney, un reputado linguista y pensador al servicio de Quaritch, sí había tenido sospechas sobre las encuadernaciones. Aunque no era un especialista en la materia, Kearney le había advertido a Quaritch de que en algunas encuadernaciones el cuero lucía sospechosamente reluciente y que algunos finos acabados parecían haberse conseguido con la utilización de herramientas modernas. Quaritch siempre minimizó esas advertencias.

Finalmente, la colección completa fue rematada en Sotheby´s el 11 de noviembre de 1897 a un precio irrisorio de 1,900 libras esterlinas y fue presentada bajo el siguiente nombre: “A Remarkable Collection of Books in Magnificent Modern Bindings, formed by an Amateur (Recently deceased)”.

Carlos hizo todo lo posible para que el tema no se hiciera público con la finalidad de evitar que su padre sea recordado como un absoluto tonto y se convirtiera, además, en una burla pública. Con esta acción también ayudó a salvaguardar el prestigio y honestidad de Bernard Quaritch, cuya casa comercial funciona hasta la actualidad en Inglaterra.

John Blacker Thierry dejó escrito un testamento en el que no hace ninguna mención a los hijos naturales que tuvo en el Perú.

Foto: John Blacker Thierry (sentado) en una fotografía familiar junto a su hijo Carlos.

(*) Respecto a Carmen Espantoso Oramas, esposa de John Blacker Thierry, debe decirse que falleció el 27 de noviembre de 1917. Los detalles de su muerte forman parte de las memorias escritas por su nieto Carlos Paton Blacker Frost.

Unas semanas antes de su deceso y en plena Primera Guerra Mundial, Carmen Espantoso cayó enferma con dolores abdominales. Varios doctores fueron consultados y todos coincidieron al decir que no había nada que hacer porque ella tenía un tumor inoperable.

El caso fue finalmente tomado por el doctor Maumus, quien era en cierta medida amigo de la familia. Maumus decidió utilizar morfina para aliviar los dolores de la paciente lo que provocó que Carmen Espantoso perdiera el apetito (no comió por nueve días antes de su muerte) y sufriera alucinaciones repitiendo constantemente frases en francés y español, tales como 'Mon Dieu comme c'est beau de mourir,' 'Que tu es beau, mon Dieu' y 'Señorito Jesús, qué lindo eres".

Además, según relataron sus familiares más cercanos, su fallecimiento estuvo rodeado de heroicidad y sacrificio. Carmen Espantoso era una devota católica y quedó particularmente afectada cuando se enteró de que su nieto John Robin Blacker Frost había muerto durante la guerra a los 18 años de edad.

Por eso, cuando el conflicto armado todavía no había terminado, decidió hacer un ofrecimiento a Dios para salvar las vidas de sus familiares más jóvenes, en especial las de sus nietos Carlos Paton Blacker Frost, quien también formaba parte del ejército británico (Coldstream Guards), y Ernest Devaux Blacker, oficial en la armada alemana, paradójicamente enemiga de Inglaterra.


Antes de morir y sufriendo terribles dolores, Carmen Espantoso le contó a su hija Dolores que se sentía muy feliz porque Dios había aceptado su sacrificio y tomaría su vida a cambio de preservar la de sus familiares más jóvenes.

Producto de una travesura del destino o de la inmensa fe de Carmen Espantoso, su nieto Carlos Paton sobrevivió en efecto a la guerra, estudió medicina, se especializó en psiquiatría, participó en la Segunda Guerra Mundial y luego se convirtió en uno de los pioneros de la planificación familiar en el mundo. Carlos Paton murió en 1975 dejando tres hijos: John Blacker, Thetis Blacker y Carmen Blacker. Los tres alcanzaron alto reconocimiento profesional en Inglaterra y fallecieron sin dejar descendencia.

sábado, 9 de agosto de 2008

Carlos Blacker Espantoso

Corría también el año 1895 cuando, poco antes de las sangrientas disputas políticas de Lima, el hijo mayor del comerciante inglés John Blacker y Carmen Espantoso contrajo matrimonio en Londres. Juan Carlos Blacker, quien solamente utilizaba su segundo nombre, se casó con la estadounidense Caroline “Carrie” Frost.

Ella era hija de Daniel Frost, un estricto hombre natural de St. Louis, quien había ocupado cargo de general en el ejército confederado durante la guerra civil norteamericana. Daniel Frost se oponía a la boda de su hija, pero ella encontró la manera de viajar de Estados Unidos a Inglaterra para casarse con Carlos Blacker en febrero de 1895.

Carlos estudió en Oxford, era políglota, brillante lingüista, con refinados gustos y variados intereses, entre los que se encontraban la literatura, la antropología social y el estudio de la religión comparada. Además, tuvo como buenos amigos a distinguidas personalidades literarias como Anatole France, George Bernard Shaw y el polémico Oscar Wilde, quien lo consideraba el “hombre más elegante de Londres” e incluso le dedicó uno de sus libros para niños llamado The Happy Prince.

Sin embargo, Carlos Blacker era también un amante del ocio y, antes de su matrimonio, nunca había hecho ningún intento serio para ganarse la vida. Su única incursión en el mundo de los negocios tuvo resultados catastróficos porque perdió todo su dinero y fue declarado en bancarrota en 1894. Este desastre económico lo condujo además a la ruptura con uno de sus mejores amigos, el Duque de Newcastle, quien lo acusó de hacer trampa jugando a las cartas delante de varios testigos.

Sin dinero y totalmente desconcertado por la falsa acusación que se difundió por todo Londres, Carlos Blacker decidió imponerse un autoexilio y alejarse de Inglaterra para vivir entre París y Friburgo, donde residía su hermana Carmen. Su hijo mayor, Carlos Paton, nació en París el 8 de diciembre de 1895 y dos años después nació su segundo hijo: John Robin.

En todo el material investigado hasta el momento no se ha encontrado ninguna pista que permita saber si Carlos Blacker tuvo alguna referencia sobre la existencia de sus cuatro medios hermanos en el Perú. Lo más probable es que sus padres hayan mantenido en absoluto secreto cualquier información relacionada a Gavina Martel y a sus hijos.

Por otro lado, en la actualidad es posible encontrar diversas referencias a Carlos Blacker en varias publicaciones relacionadas al afamado Caso Dreyfus. Por ejemplo, existe un libro en francés llamado L´Affaire Dreyfus de A á Z, en el cual el doctor J. Robert Maguire escribe un capítulo corto titulado Carlos Blacker.

Alfred Dreyfus fue un militar judío francés, acusado de traidor y espía, que fue degradado públicamente en París por vender secretos militares a Alemania. Dreyfus fue sentenciado a cumplir una condena de por vida en la Isla del Diablo, en la Guyana Francesa. Blacker, en su momento, conoció la verdad del caso a través de un amigo cercano, el coronel italiano Alessandro Panizzardi, quien le reveló que Dreyfus no era culpable y que el verdadero responsable de espionaje era el comandante Marie-Charles-Ferdinand Walsin-Esterhazy, un exéntrico personaje que pagaba con información secreta sus deudas de juego.

Blacker le contó la historia a Oscar Wilde con la intención de darle el estímulo necesario para retomar su carrera literaria y escribir una historia a favor de Dreyfus. Sin embargo, Wilde no atravesaba por un buen momento personal, había sido condenado a dos años de trabajos forzados acusado de actos homosexuales y estaba arruinado material y moralmente. Wilde no le dio importancia al asunto y, además, le contó a un periodista los detalles de lo revelado por Blacker. Esta inesperada deslealtad de Wilde provocó que Blacker reciba una andanada de ataques en la prensa francesa, por lo que tuvo que abandonar París junto a su familia.

Finalmente, el escritor Emile Zola publicó la verdadera historia del caso en 1898 bajo el nombre Yo acuso y provocó una profunda conmoción en la sociedad francesa. Dreyfus fue absuelto de los cargos en su contra y su caso llegó a ser tan importante que se crearon tres nuevas palabras en francés vinculadas al hecho: dreyfusards, dreyfusiens y dreyfusistes.

"Dreyfusards" fueron llamados los primeros defensores de Dreyfus, los que lo apoyaron desde un principio, incondicionalmente. Entre ellos se cuenta a Carlos Blacker Espantoso. "Dreyfusistes" fueron llamados quienes reflexionaron sobre las implicancias profundas del caso y sostenían a partir del mismo la necesidad de realizar reformas políticas y sociales.

Los "Dreyfusiens" recién aparecieron en diciembre de 1898 cuando el enfrentamiento entre dreyfusards y antidreyfusards se volvió excesivamente áspero, llegando a comprometer la estabilidad de la Tercera República Francesa. Aunque consideraban injusta la situación de Dreyfus, su principal preocupación era calmar la situación para salvar al régimen republicano parlamentario de entonces.

Foto: Carlos Blacker Espantoso nació en Lima y fue medio hermano de Leoncio, Manuela, Aurelia y Natalia. Fotografía J. E. Mayall Studios.

viernes, 25 de julio de 2008

La familia crece

Al inicio de la última década del siglo XIX la economía peruana intentaba recuperarse, pero la situación política del país era siempre motivo de incertidumbre. Nicolás de Piérola escapó de prisión, estuvo oculto en Lima durante seis meses y partió a Guayaquil el 14 de abril de 1891 amenazando la estabilidad del gobierno de Morales Bermúdez.

Poco tiempo después del viaje de Piérola, exactamente el 12 de mayo de 1891, la familia de Leoncio Blacker y Emilia León siguió creciendo. Ese día nació el cuarto hijo varón del matrimonio: Emilio Maximiliano.

También en el año 1891 se realizó un nuevo censo en Inglaterra, en el cual el comerciante John Blacker Thierry aparece viviendo en la dirección ya conocida de Sussex Square junto a su esposa Carmen, su hijo John –de 24 años y sin ocupación– y seis sirvientes.

Volviendo a la familia Blacker-León, un nuevo miembro llegó muy pronto. Se trató de una niña, quien nació el 24 de septiembre de 1892. La bebe recibió el nombre de María Mercedes. Fue bautizada a los seis meses y 25 días de nacida en la iglesia de Santa Ana el 19 de abril de 1893. Sus padrinos fueron Samuel Palacios, y Eliza Urriaga y León.

Curiosamente, ese mismo día fue bautizado Emilio Maximiliano, quien estaba a punto de cumplir dos años de edad. Sus padrinos fueron Lisandro de la Puente (su apellido materno fue Brousset y se trató de un reputado coronel muy cercano a Andrés Avelino Cáceres) e Isabel Chacón o Charón, quien anteriormente había sido madrina del segundo hijo de Leoncio y Emilia: Carlos.

Ocho meses después del primer cumpleaños de María Mercedes se produjo la muerte del presidente Remigio Morales Bermúdez en pleno ejercicio de su mandato, lo que provocó el regreso de Cáceres a la presidencia y el surgimiento de guerrillas rebeldes afines al presidente y a Nicolás de Piérola en el interior del país.

Cuando Morales Bermúdez murió en mayo de 1894, Emilia León estaba nuevamente embarazada. Así, el 17 de agosto de 1894, nació el sexto descendiente de la familia y fue una niña: Luz Amelia Jennie Blacker León, bautizada en la iglesia de Santa Ana el 24 de febrero de 1895. Sus padrinos fueron el coronel Samuel Palacios y Mendiburu, y la señorita Josefina Devescovi. Sobre Palacios, quien también era padrino de María Mercedes, debe decirse que en 1890 fue presidente de la Comisión Especial Organizadora de la Administración del Departamento de Loreto por encargo de Andrés Avelino Cáceres.

En marzo de 1895, días después del bautizo de Luz Amelia Jennie, Nicolás de Piérola ingresó violentamente a la ciudad de Lima al mando de las guerrillas rebeldes que habían surgido al interior del país y entre sus acompañantes se encontraba Edmundo Seminario y Aramburu, quien años antes había sido testigo en el matrimonio de Leoncio y Emilia.

Durante dos días, Piérola y sus montoneros se enfrascaron en encarnizadas luchas callejeras con las fuerzas leales al presidente Cáceres. El caos fue total en la ciudad y los muertos pasaron los dos millares. Los cadáveres, desperdigados por las calles de Lima, se convirtieron en una amenaza para la salud pública ante la posibilidad de una epidemia.

Los civiles se refugiaron en sus casas hasta que después de una tregua para enterrar a los muertos se logró establecer una Junta de Gobierno que convocó a elecciones. Cáceres dejó el país y Nicolás de Piérola resultó elegido presidente. La primera vicepresidencia recayó en Guillermo Billinghurst y la segunda vicepresidencia la ocupó Augusto Seminario y Váscones, quien había sido padrino en la boda de Leoncio y Emilia. Este episodio histórico es conocido como la batalla de Lima y, según el historiador Jorge Basadre, inicia el primer gobierno civil de la República Aristocrática.

Respecto a los personajes que aparecen ligados a la familia de Leoncio Blacker en este particular momento, llama la atención que dos coroneles cercanos a Cáceres hayan sido padrinos de tres de sus hijos y que dos acérrimos "pierolistas" hayan sido padrino y testigo en su matrimonio. Eso era como mezclar el agua y el aceite en una época claramente marcada por la discusión y el enfrentamiento político.

Foto: El coronel Samuel Palacios y Mendiburu, padrino de bautizo de dos hijas de Leoncio Blacker y Emilia León. Archivo Courret.

domingo, 29 de junio de 2008

La boda de Leoncio y Emilia

Mientras el Perú trataba de recuperar el rumbo y cerrar las heridas de la guerra con Chile bajo el mandato de Andrés Avelino Cáceres, la vida personal de Leoncio Blacker Martel depararía más de una sorpresa.

En 1887 Leoncio tuvo dos hijas naturales. Una de ellas llamada Delia Victoria, hija de Josefina Mascaro Lozano, la madre de su primogénito, mientras que la segunda niña se llamó María Gavina Andrea, hija de Emilia León Mandujano. Respecto a esta segunda bebe, existe un documento en el registro civil que certifica que fue declarada y reconocida por Leoncio Blacker, y que su nacimiento se produjo el 10 de noviembre de 1887.

Esta información permite suponer que durante un tiempo indeterminado Leoncio desarrolló una relación sentimental paralela con Josefina Mascaro y Emilia León. Las repercusiones sociales o familiares que produjo esta situación no se conocen al detalle, pero se sabe que la madre de Leoncio, Gavina Martel, nunca tuvo una relación cordial con Emilia. Sin embargo, la oposición de su madre no fue una barrera para que Leoncio deje de frecuentar a su joven pareja. En relación a María Gavina Andrea Blacker León, se presume que murió poco tiempo después de su nacimiento porque no fue bautizada y no existen mayores datos sobre su existencia.

Pasado el año 1887, parece claro que la relación entre Leoncio Blacker y Emilia León termina por consolidarse definitivamente. El 19 de diciembre de 1888 nació Nemesio Carlos Blacker León. Paradójicamente, el niño nació el mismo día que su medio hermano Nemesio Leoncio y ambos compartieron el primer nombre porque el 19 de diciembre se celebraba en Lima a San Nemesio mártir. El bautizo de Carlos fue el 18 de octubre de 1889 en la iglesia de Santa Ana y sus padrinos fueron Reynaldo Luya e Isabel Chacón o Charón.

A pesar de su numerosa descendencia, Leoncio permanecía soltero. No obstante, su estado civil estaba a punto de cambiar. Días antes del bautizo de Carlos ya se había abierto el expediente matrimonial de Leoncio Blacker Martel, de 34 años de edad, y Emilia León Mandujano, de 21.

En ese documento Leoncio se declaró hijo natural de Juan Blacker y Gavina Martel, y adjuntó una carta al arzobispo, fechada el 1 de octubre de 1889, con el objeto de que se acelerara la lectura de las proclamas porque tenía urgencia de contraer matrimonio: “... no siéndome posible demorar su realización hasta la terminación de lectura de proclamas que prescribe el Santo Concilio de Trento, por las razones que verbalmente he expuesto a su excelentísima y reverendísima; ocurro a su benevolencia suplicándole que en merito a ellas se digne a habilitar martes y jueves diez del presente para la lectura de dos de las proclamas”, dice la carta de Leoncio.

El arzobispo accedió a la petición y aunque no se citan las razones por las que Leoncio pidió acelerar la celebración de la boda, se ha descubierto que hubo un motivo que pudo ser concluyente para convencer al arzobispo: Emilia tenía ocho meses de embarazo. Los testigos de soltería de la pareja fueron los italianos Santiago Queirolo, quien ya había fundado en La Magdalena Vieja (hoy Pueblo Libre) una taberna cuya fama perdura, y Juan Monteverde, el esposo de Manuela Blacker.

Finalmente, el 14 de diciembre de 1889, en la iglesia de Santa Ana, se llevó a cabo el matrimonio de Leoncio y Emilia. Los padrinos fueron Gavina Martel y Augusto Seminario y Váscones, respetado hacendado y coronel perteneciente a una influyente familia piurana y quien, además, había cumplido una activa participación en la guerra con Chile.

Como testigos del enlace se presentaron Lorenzo Martel, hermano de Gavina, y un sobrino de Augusto Seminario y Váscones llamado Edmundo Seminario y Aramburu, quien años más tarde se involucraría en revueltas políticas y llegaría a ser diputado. La noticia del enlace fue publicada en el diario El Comercio y menos de un mes después del matrimonio, el 1 de enero de 1890, nació Manuel Augusto Blacker León. Su bautizo se efectuó once días más tarde, el 12 de enero, en la iglesia de Santa Ana. Actuaron como sus padrinos Lorenzo Martel y Jesús Aedo.

En ese mismo año, Andrés Avelino Cáceres, quien ya había firmado el controvertido Contrato Grace para intentar salvar la economía del país, dejaría la presidencia en manos del coronel Remigio Morales Bermúdez, otro miembro del Partido Constitucional que Cáceres formó después de la guerra con Chile. El triunfo electoral de Morales Bermúdez se facilitó porque el gobierno envió a prisión a Nicolás de Piérola, a quien considerada un peligroso adversario en las elecciones.

En 1890 la economía nacional había experimentado una leve mejoría. Las cámaras de Comercio de Lima, Arequipa y Callao habían vuelto a funcionar, se fundó la Sociedad de Minería y los grupos extranjeros residentes en Lima fundaron varias asociaciones, bancos y beneficencias.

Foto: Recorte del diario El Comercio en el que se anuncia el matrimonio de Leoncio Blacker y Emilia León. Diciembre de 1889.

jueves, 12 de junio de 2008

Después de la guerra

Tras la ocupación de Lima en 1881, la guerra con Chile se trasladó al interior del país y la sierra central resistió los intentos de penetración del ejército chileno. Dirigida por Andrés Avelino Cáceres, la resistencia de la Breña repelió al enemigo a través de una guerra de guerrillas que devolvió cierta esperanza al país. Sin embargo, hastiado de la presencia chilena y de la destrucción sistemática del Perú, el presidente provisorio Miguel Iglesias decidió terminar el conflicto armado capitulando con el invasor. El 20 de octubre de 1883 se firmó el Tratado de Paz de Ancón que incluyó cesiones territoriales permanentes y temporales a las fuerzas enemigas.

La guerra del Pacífico aniquiló la economía nacional y agudizó el desorden político. En principio, Cáceres no reconoció ni la autoridad de Iglesias ni los términos del tratado de paz firmado con Chile y de esta forma se inició el segundo militarismo y la lenta reconstrucción del Perú a manos, nuevamente, de los caudillos.

Dos años después del retiro de las tropas chilenas de Lima, en enero de 1885, Manuela Blacker Martel se casó vestida de negro en señal de luto por los caídos en la guerra. El novio fue el comerciante italiano Juan Monteverde y Monteverde, de 30 años, hijo de Juan Monteverde y Agustina Monteverde. Los testigos de soltería de la pareja fueron los italianos Juan Botto y Agustín Macchiavello.

En el expediente matrimonial Manuela se declaró hija natural de Juan Blacker y Gavina Martel y Alzamora, al mismo tiempo que dejó evidencia de una costumbre femenina de la época: se rebajó la edad. Manuela declaró tener 25 años cuando en realidad tenía 31. Este detalle permite suponer que la Iglesia no era tan escrupulosa como se creía a la hora de celebrar los matrimonios, ya que Manuela tenía partida de bautizo y en ella se consignaba claramente que nació el 25 de marzo de 1853. En el mismo expediente Juan Monteverde citó su domicilio en la calle Carmen Alto, mientras que Manuela señaló que vivía en la calle del Cercado número 4.

Mientras tanto, un año antes del matrimonio de Manuela, en junio de 1884, su media hermana Dolores “Dolly” Blacker Espantoso se casó en Londres con el fabricante de cerveza inglés Stephen George Holland, con quien tuvo tres hijos: Kenneth George Holland, Dolores "Nini" Holland y Vivian Ernest Holland. La familia vivió por mucho tiempo en la calle Sussex Square, a pocos pasos de la casa de los padres de Dolly.

Por otra parte, en 1886, cuando Manuela ya había cumplido el primer aniversario de matrimonio, su hermano Leoncio Blacker fue padre por segunda vez. En esta ocasión la madre del niño fue Ruperta Emilia León Mandujano, una joven de 17 años, hija de Juan León Valenzuela y Mercedes Mandujano Arenas.

El bebé, nacido el 17 de marzo de 1886, fue bautizado con el nombre de Juan Alejandro Blacker León en una ceremonia efectuada el 25 de abril de 1886 en la iglesia de San Lázaro. Sus padrinos fueron Antonio Flores y Victoria León. Según se consigna en la misma inscripción, Leoncio Blacker se acercó a la iglesia y reconoció a su hijo el 20 de noviembre de 1886; es decir, ocho meses después de su nacimiento. En ese momento Leoncio continuaba soltero.

De otro lado, también en 1886, el Consejo de Ministros del Perú ordenó expedir una cédula de montepío a favor de Gavina Martel y le asignó una pensión mensual de 36 soles y 66 centavos, monto que correspondía a las dos terceras partes del haber de su hijo mayor, el subteniente José Páramo, quien -como se señaló en el post anterior- murió durante la Batalla de Miraflores el 15 de enero de 1881.

Foto: Fotografía matrimonial del comerciante italiano Juan Monteverde y Manuela Blacker Martel.

-Nota: Después de la guerra con Chile se creó un Tribunal Arbitral Anglo-chileno para analizar posibles reclamaciones de súbditos británicos contra el gobierno de Chile. Muchos británicos residentes en el Perú presentaron reclamos por el hurto de sus mercaderías y pertenencias o por la destrucción de sus casas o firmas en Chorrillos, Miraflores, Barranco, Cerro Azul, Arica, Iquique, Pisagua, Mollendo, Tacna, etc.
Entre los reclamantes estuvieron Richard Thomas Anderson, David Duncan, Henry J. Fox, Thomas Woodsend, Alexander C. Mitchell, David Genno, John Farquharson, Tomas Lawlor, Alfredo J. Brierly, William E. Aitken, Benjamin J. Smith, Guillermo Tweddle, James Kirkwood, Jorge y Guillermo Stafford, Alejandro Hartley, Guillermo Ricketts, John Mathison, George Petrie, Alexander Prentice, John James Harris, Bates Stokes & Co, Huth & Co, Carlos Kemish, Ricardo Melson, Roberto Reid, William V. Fry, William Simpson, The Lima Railways & Co Limited, Thomas Keppel, Carlos Watson, Roberto Key Jeffery, John Scott, William Long, James Bishop, Carlos Baker, Thomas Simonds Tuffield, Lebbeus Sumpter, Samuel Peake, Guillermo S. Main, Juan Meikle, Carlos Hume Williams, John Briggs, Jefferson & Co, Viuda de Miller & Co, Robert Bishop, Roger Davies, George P. Rosenthal, Mary Watkins, María Portocarrero (viuda de Alejandro MacLean), Santiago Canny, Jorge Elster, Alicia E. Gallagher de Carrol, John Tregear, Juan Tomas North, Virginia Mariátegui (viuda de Enrique Swayne), Guillermo Sans Stanley, W. S. MacLelland, William Speedie, John Jefferson, Robert Smart, J. A. Robilliard, Julia MacLean de Outram, Guillermo Hill, Alejandro Stenhouse, Susana Cooper, Antonio Delolme, The Peruvian Guano Company Limited, Mercedes Méndez (viuda de Guillermo Reid), Campbell Jones & Co, Crown Parfumery & Co, Simon Israel & Co, Gerald Garland, Tomas Chapman, William MacLean, Federico Ford, John Farner, Thomas Wheelock, Jorge E. Brooking, Guillermo Sutherland, A. M. Fischer, etc.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Cóctel de emociones

Después del viaje de Leoncio a Piura en 1875, las nuevas pistas sobre la familia Blacker Martel se encuentran en plena guerra con Chile. En medio de ese conflicto armado y a los 25 años de edad, Leoncio fue padre por primera vez. La madre del niño fue la limeña Josefina Mascaro Lozano, hija de Cipriano Mascaro y Petronila Lozano.

El bebé, nacido el 19 de diciembre de 1880, fue bautizado con el nombre de Nemesio Leoncio Blacker en la parroquia de San Marcelo el 1 de enero de 1881. En la partida de bautizo se consigna que Leoncio Blacker era comerciante y se inscribe al niño como “hijo legítimo”, aunque Leoncio no era casado con Josefina.

En aquel momento la situación del país era particularmente desgraciada. La fuerza naval peruana, con el almirante Miguel Grau a la cabeza, había sido aniquilada en octubre de 1879; las provincias sureñas de Tarapacá, Tacna y Arica habían caído bajo el dominio del ejército chileno y las tropas invasoras ya habían desembarcado en Chilca para iniciar la ocupación de Lima.

Doce días después del bautizo del primogénito de Leoncio Blacker se produjo la batalla de San Juan y Chorrillos, mientras que el 15 de enero tuvo lugar la batalla de Miraflores, que fue particularmente dolorosa para Gavina Martel porque en ella pereció su hijo mayor: el subteniente del Ejército, José Páramo.

Vencida la resistencia peruana y desatados el caos, la destrucción y la incertidumbre, el ejército de Chile ingresó a la ciudad de Lima el 17 de enero de 1881. Sólo tres días después de la invasión, el 20 de enero, otro terrible suceso volvió a enlutar a la familia Blacker Martel: la muerte de Aurelia. No se ha podido establecer si el deceso de la hermana de Leoncio tuvo relación directa con la intervención militar chilena, pero llama la atención que la causa de su muerte haya sido una fractura.

Aurelia, la tercera hija de John Blacker y Gavina Martel, tenía apenas 23 años de edad y era soltera sin descendencia. Su tumba se encuentra en el cementerio Presbítero Maestro y en el documento de la Beneficencia de Lima redactado antes de su entierro se consigna que vivía en la calle Ilave.

Desde nuestra perspectiva actual es difícil de calcular el impacto que causó en los miembros de la familia la acumulación de noticias tan importantes y dramáticas en tan corto periodo. En apenas treinta días, Leoncio se convirtió en padre, José Páramo murió en combate, el ejército chileno ocupó Lima y Aurelia sufrió una fractura que le costó la vida. Un cóctel de emociones que debe haber afectado particularmente a Gavina Martel, quien se convirtió en abuela y perdió dos hijos en el transcurso de un mes.

Mientras tanto, a miles de kilómetros de distancia, John Blacker llevaba una placentera vida en Londres. En el censo londinense correspondiente al año 1881 el comerciante inglés aparece viviendo en la misma casa de Sussex Square que declaró diez años antes. Con él vivían su esposa Carmen Espantoso, su hija Dolores y seis sirvientes.

Su hijo menor, John, era alumno interno en el prestigioso colegio católico St Edmund´s en Standon, mientras que su hija Carmen Blacker se casó en marzo de 1880 con el comerciante inglés Charles Alexander J. Devaux, con quien tuvo tres hijos: Charles John Devaux, Ernest Joachim Devaux y Carmen Devaux.

Los tres niños nacieron en Londres y la familia residió por algunos años en Paddington, aunque poco tiempo después del nacimiento de su última hija, los Devaux-Blacker viajaron a Alemania y se establecieron de manera permanente en la ciudad de Friburgo.

Foto: Partida de bautizo del primer hijo de Leoncio Blacker Martel. El niño, Nemesio Leoncio Blacker Mascaro, nació en plena guerra con Chile.

jueves, 1 de mayo de 2008

El bautizo de Leoncio

Respecto a la relación de John Blacker con los hijos que dejó en el Perú sólo existen referencias indirectas que fueron halladas en documentos fechados en diciembre de 1873 y en enero de 1874. Ambos escritos contienen detalles de un reclamo de Gavina Martel ante el Arzobispado de Lima debido a que la constancia de bautizo de su hijo Leoncio no se registró en los libros de la parroquia del Sagrario, por lo que pide que se subsane el error y se extienda otra partida.

La primera carta data de diciembre de 1873 y lleva la firma de “Gabina Martel de Alzamora”, quien revela que Leoncio fue “hijo natural de Juan Carlos Blacker” y agrega que el comerciante inglés “reconoció siempre por su hijo a Leoncio, pasando hasta el día una mesada para él y para su otra hija Manuela Encarnación Blacker”.

Respecto a los detalles de su petición, Gavina Martel escribe textualmente lo siguiente: “en 1 de marzo de 1855 di a luz un niño, al cual se le puso la agua del bautismo en mi casa por el finado padre Seminario por caso de necesidad, y como a los 15 días fue llevado a que se le pusiera el óleo en la parroquia del Sagrario, de donde era yo feligrés, y en cuya parroquia se había bautizado antes mi 1ra hija Manuela Encarnación Blacker, pero sea por descuido o por cualquier otro motivo; lo cierto es, que necesitando en días pasados la partida bautismal de mi hijo, no se ha encontrado en los libros de dicha parroquia...”.

En la segunda carta, fechada en enero de 1874, Gavina aduce que su hijo Leoncio no puede acreditar su edad y que además es perjudicado porque no puede ser admitido en el colegio. En este último punto es probable que ella se refiera en realidad a un colegio militar o profesional porque, al momento de la petición, Leoncio ya contaba con 18 años.

Para comprobar la autenticidad de lo señalado en sus cartas, Gavina propuso tomar declaración a tres testigos: el comerciante Jenaro Gutierres (sic) y los abogados Manuel Chepote y Luciano Benjamín Cisneros, quien era además diputado y abogado del Banco Nacional del Perú. Mediante un decreto, la Iglesia declaró “no ha lugar” el pedido de Gavina Martel argumentando que el padre de Leoncio se encontraba ausente y que se requería su presencia para expedir la partida.

La única alternativa posible para obtener el documento era que Leoncio fuese declarado “hijo de padre no conocido” o que John Blacker, quien vivía en Londres, concurra a la citación. El decreto fue puesto en conocimiento de Gavina Martel, quien no lo firmó, haciéndolo por ella su hijo Leoncio en enero de 1874.

La revisión completa de todos los documentos referidos a este caso deja abiertas varias interrogantes. Por ejemplo, es extraño que Gavina no haya mencionado en su petición a su hija Aurelia, cuyo padre era también John Blacker y había sido bautizada en 1858, por lo que su nombre aparecía en los libros de la iglesia. También llama la atención que no haya hecho referencia a su fallecida hija Natalia Blacker.

Otra curiosidad es que Gavina se refiere a Manuela como su primera hija y le atribuye un segundo nombre (Encarnación) que no aparece en su partida de bautizo. En este punto es oportuno recordar que el primer hijo de Gavina fue José Páramo.

Otro detalle es que Gavina identifica a John Blacker como “Juan Carlos”, aunque el segundo nombre del comerciante inglés era Lewis. En un post anterior, referido a la partida de bautizo de Natalia Blacker, se consideró que el nombre "Juan Carlos" fue utilizado para encubrir información respecto a la filiación paterna de la niña. Sin embargo, es probable que el mismo comerciante inglés se haya atribuido ese nombre y la pista que apunta en esa dirección es que Blacker bautizó como “Juan Carlos” al primer hijo de su matrimonio con Carmen Espantoso.

Por otra parte, un año después de que fracasó la petición de Gavina Martel ante el Arzobispado de Lima, su hijo Leoncio Blacker, de 20 años, se trasladó a la ciudad de Piura. No se conocen exactamente los motivos de su viaje, pero se presume que pretendió reunirse o se reunió con Alexander Blacker, quien vivía en el puerto de Paita y era hermano de su padre.

Es probable que Leoncio, a través de su tío, haya tratado de establecer algún tipo de contacto con John Blacker para poder obtener su partida de bautizo. Hay evidencia de ese viaje porque Leoncio envió una fotografía en la que escribió una dedicatoria a “sus hermanos José, Manonga y Aurelia” con fecha 13 de abril de 1875.

Si Leoncio Blacker hizo alguna gestión para inscribir extemporáneamente su constancia de bautizo, parece que no tuvo éxito. A pesar de que no pudo acreditar su identidad (*), Leoncio Blacker sí logró enrolarse finalmente en una institución educativa ya que es citado como "estudiante" en el Almanaque del Comercio de Lima, editado por Carlos Lemale en 1876. Según la publicación, Leoncio vivía en el número 39 de la calle Cailloma y en la misma dirección residía un comerciante de apellido Lariva y funcionaba la comisaría del distrito primero.

En esa época, para facilitar su administración, Lima se dividía en cinco cuarteles, y cada cuartel comprendía dos distritos. Es decir, habían cinco cuarteles y diez distritos, los que, en total, comprendían 46 barrios. Además, Lima había experimentado varios cambios de carácter urbano debido al crecimiento de la población. Por ejemplo, cada cuadra había dejado de tener nombre propio y ahora formaba parte de una calle. En el caso de Cailloma, incluía las cuadras que habían sido conocidas como Monopinta, Villegas, Acequia Alta, Arévalo, Calonge, Argandoña y Afligidos.

Otro cambio importante en la ciudad se notaba en el pavimento de las calles y en las acequias y albañales, que habían sido cubiertos, evitando así epidemias, malos olores y la vista desagradable de los desperdicios de la ciudad.

También en 1876 se ha encontrado información respecto a la firma Isaac & Co, la cual continuaba operando en Lima tras la partida de John Blacker. Su representante era en ese momento Adolfo E. Polis, quien figura en el directorio de la compañia Sud-Americana de Seguros contra riesgos marítimos e incendios. Asimismo, la firma Isaac & Co tenía como dirección el número 100 de la calle Lampa.

Foto: Extracto de una de las cartas enviadas por Gavina Martel al Arzobispado de Lima para solicitar la partida de bautizo de su hijo Leoncio Blacker.

(*) Está comprobado que Leoncio Blacker sí fue bautizado, pero con un apellido paterno diferente. El 10 de marzo de 1855, en la iglesia de Santa Ana y a los diez días de nacido, Leoncio fue bautizado con el nombre de José Leonsio. En el documento aparece como hijo natural de don José Mendiburu y de doña Gavina Alzamora. Su padrino fue Manuel María Marín. La partida se encuentra en el libro 21, folio 40. A lo largo de su vida, la madre de Leoncio mantuvo esta información en absoluto secreto y más tarde le atribuyó a su hijo el apellido Blacker debido al evidente parecido físico de Leoncio con el comerciante inglés John Blacker Thierry. Este hallazgo permite suponer que Gavina había desarrollado una relación ocasional con John Blacker, por lo que en 1855 no sabía a ciencia cierta quién era el padre de su hijo. Respecto a las gestiones que realizó Gavina ante el Arzobispado de Lima en 1873 y 1874 con la finalidad de obtener la partida de bautizo de Leoncio, parecen haber sido sólo un desesperado intento por lograr una inscripción extemporánea y subsanar así el supuesto error cometido en 1855.