Sobre las actividades comerciales que desarrolló John Blacker en el país no se han encontrado pistas concretas que permitan, por ejemplo, conocer los detalles de su función como empleado y luego socio de la firma Isaac & Co. Tampoco se ha podido determinar el tipo de productos que comercializaba en el almacén de la calle Bodegones.
Respecto a este último dato, es preciso señalar que en esa época las calles tenían solamente una cuadra de extensión y llevaban los nombres de algún vecino notable, de alguna actividad en particular o de algún suceso que había quedado grabado en la memoria colectiva. En el caso de Bodegones, la calle llevaba ese nombre desde la colonia porque hubo en ella varios establecimientos con bodegas de vino, aceite, aguardiente, miel, azúcar, maíz y trigo.
Sin detalles específicos sobre su trabajo como comerciante, los mayores datos del paso de John Blacker Thierry por el Perú se limitan al plano personal. Hay indicios que demuestran que el círculo de amistades de Blacker en Lima estaba compuesto básicamente por extranjeros. Sin embargo, en 1852, o tal vez antes, Blacker conoció a Gavina Martel Reyes. No se sabe en qué circunstancias se produjo el primer encuentro, pero en 1852 él tenía 30 años y ella 17.
En aquella época todas las actividades sociales se desarrollaban en la Plaza Mayor, donde se reunían las personas de todos los estratos sociales para celebrar principalmente las fiestas religiosas. En Lima se honraba oficialmente a casi todos los santos del calendario. Pero esas fiestas religiosas que se iniciaban con sentimientos de recogimiento y devoción se transformaban luego en verdaderos jolgorios callejeros.
En los días festivos más importantes, a la salida de las iglesias, era común encontrar en la Plaza Mayor todo tipo de actividades. Por ejemplo, era frecuente que músicos negros pidieran caridad exhibiendo sus habilidades para el canto y el baile, mientras vendedores de lotería gritaban la suerte. También era común ver a las mistureras alabando sus flores y a los tamaleros y fresqueras ofreciendo sus productos en las mesas que colocaban en el centro de la plaza, siempre al lado de la fuente de agua.
Vendedores cholos y negros vendían, en medio de braseros humeantes, viandas como el pepián y el picante. Salchichas, embutidos, jamones, aves crudas y desplumadas también se ofrecían en medio de aquel bullicio inagotable. Los serenos, silbato en mano, patrullaban a pie la ciudad y se encargaban de la seguridad pública durante las noches de fiesta.
Por otra parte, durante el día, algunas mujeres todavía usaban la saya y el manto, así como el zapato de raso blanco, mientras que los hombres acostumbraban vestir a la europea. Las limeñas salían usualmente solas a recorrer a pie la Plaza Mayor y en varias crónicas de la época se alaba su desinhibida coquetería orientada a la consecución de un esposo. Aunque a partir de 1850 la presencia de las tapadas limeñas se había reducido considerablemente, todavía se podían apreciar algunas en días de fiesta.
Por muchos años las tapadas habían sido las que tomaban la iniciativa cuando se interesaban por algún caballero, sobre todo extranjero. Su manta no era tan inflexiblemente cerrada. Una limeña bonita encontraba en su camino mil pretextos para descubrirse con la finalidad de recoger al paso una mirada de admiración o una alabanza.
Es improbable que Gavina Martel haya sido una de las pocas tapadas limeñas que todavía paseaban por la Plaza Mayor cuando conoció a John Blacker. De acuerdo a registros oficiales, Gavina fue hija de José Dolores Martel Ruiz, mestizo, natural de Trujillo e hijo legítimo de Valentín Martel y Gregoria Ruiz, mientras que su madre fue Gertrudis Reyes Torres, mestiza, nacida en Ica e hija natural de Juan Reyes y Manuela Torres.
Los padres de Gavina se casaron en Lima, en la iglesia de San Lázaro, el 8 de marzo de 1822. Es decir, en plena y caótica transición de la colonia a la independencia. Sus testigos de matrimonio fueron Jorge Aponte y Esteban Iturrizaga. En el censo de Lima, correspondiente al mes de febrero de 1826, se ha encontrado registro de una sola persona que respondía al nombre de José Martel. Tenía 34 años, ocupaba la tienda 299 en el barrio 1, cuartel 1, que pertenecía a la parroquia de la Catedral; y su oficio era enrrizador.
Entre los miles de censados en 1826 era la única persona que aparecía con esa extraña ocupación. Posteriormente, a través de un documento que data de 1839, se descubrió que Martel era enrrizador de mantas. El documento lleva la firma del diputado Guillermo Carrillo, quien en esa época fue encargado de realizar una clasificación de los negocios de la industria de enrrizadores de mantas.
Carrillo señala que al 8 de agosto de 1839 habían seis enrrizadores en Lima, uno de los cuales era José Dolores Martel, quien era propietario de una tienda en el número 371 de la calle Veracruz. El negocio de Martel fue clasificado como el único de segunda categoría, mientras que habían tres tiendas de primera categoría, una de tercera categoría y otra de cuarta categoría. De acuerdo a esta clasificación, los contribuyentes pagaban impuestos al Estado y a Martel le correspondía abonar tres pesos y dos medios reales.
A pesar de ser propietario de un negocio, la posición que ocupaba José Martel en la sociedad limeña no parece haber sido muy valorada. El y su familia vivieron por mucho tiempo en el barrio de Santo Domingo, ubicado en el centro de Lima, cerca de la plaza principal y con mucho movimiento comercial. Se cree que Gavina pasó su infancia en ese barrio, mientras que respecto a su adolescencia se sabe que muy joven fue madre soltera de un niño llamado José Páramo.
Lo más probable es que Gavina haya conocido a John Blacker poco tiempo después de haber dado a luz a su primer hijo. Ella y John establecieron una relación sentimental que se prolongó por lo menos durante siete años. Esta conclusión se desprende por el número de hijos que tuvieron. Aparte de la ya citada Manuela, de su relación nacieron Leoncio Blacker Martel, Aurelia Blacker Martel y Natalia Blacker Martel.
Foto: La exótica belleza de Gavina Martel en 1866. En ese momento ya era madre de cinco hijos. Foto cortesía Nilemón Blacker.
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