viernes, 21 de marzo de 2008

Muerte y extraño censo

Un mes después del bautizo de Juan Carlos Blacker Espantoso, otra pérdida importante se produjo en la familia de Gavina Martel. Esta vez falleció su padre. La partida de defunción se registró el 16 de agosto de 1859 y en ella se consignó que José Martel murió debido a un “neurisma” y que “deja 4 hijos”.

A diferencia de su esposa, quien fue velada en la iglesia de San Marcelo, José Martel recibió sepultura eclesiástica con entierro mayor en el convento de La Merced. Se pagaron 10 pesos por el “carro” que trasladó el ataúd al cementerio.

El convento de la Merced era uno de los más reconocidos de Lima y para utilizarlo en funerales había que solicitar una dispensa al cura y a la iglesia correspondiente al barrio del difunto. El cura de la iglesia oficiaba la misa en el convento y era común que resaltara hasta la exageración las virtudes del fallecido.

Adicionalmente, el convento de La Merced contaba con amplios patios para albergar a una gran cantidad de personas. Incluso las monjas solían servir bocadillos entre los asistentes y se repartían pinturas o dibujos del difunto. En esa época había también una tendencia general a enterrar al muerto vestido con una mortaja. Por ejemplo, era muy popular el hábito y la cuerda de San Francisco.

Al año siguiente de la muerte de José Martel, en 1860, se realizó un censo en la ciudad de Lima, en el cual se han encontrado datos sorprendentes en torno a Gavina Martel y sus hijos. Ella vivía en el distrito 2, en la calle Matavilela, en el número 312 de una llamada casa grande que pertenecía a los religiosos del convento de Santo Domingo y que era alquilada por el coronel Lorenzo Gonzales.

Gavina subarrendaba una habitación que compartía con sus hijos y con una sirvienta analfabeta, natural de Huancayo, llamada María Castro. Lo extraño es que Gavina, de 25 años, declaró que su apellido era Alzamora y que era “viuda”. Asimismo, declaró los nombres y edades de sus hijos con un detalle desconcertante: les cambió el apellido. Es así que sus hijos están inscritos en el censo como Manuela Alzamora (7 años), Leoncio Alzamora (5 años), Aurelia Alzamora (3 años) y Natalia Alzamora (2 años).

Hasta el momento ha sido imposible encontrar una pista que explique por qué Gavina Martel se atribuía el apellido Alzamora y por qué se lo atribuyó también a sus hijos en 1860. En este caso particular la confusión se agudiza porque antes de efectuarse el censo tanto Manuela como Aurelia ya habían sido bautizadas como hijas naturales de Juan Blacker. Por eso, ambas ya llevaban el apellido Blacker en los registros eclesiásticos.

Parece evidente que en ese momento Gavina intentaba mantener en secreto la filiación de sus hijos. Una hipótesis es que lo haya hecho por recato personal. Ser madre soltera en esa época podía provocar el rechazo social y, al cambiarse el apellido y declararse viuda, Gavina evitaba dar detalles sobre su verdadera condición de madre soltera.

En ese momento John Blacker vivía en los altos de una casa grande, número 104, en la calle Pileta de la Merced. El principal habitante de la casa era el comerciante francés Silvestre Guiroy y Blacker alquilaba los altos, donde vivía junto a su esposa Carmen Espantoso, su hijo Juan Carlos y dos sirvientes ingleses, uno de los cuales era mayordomo.

En esa calle podía encontrarse también a otros residentes extranjeros como un sastre inglés, dos carpinteros suizos y tres herreros franceses. En el mismo censo de 1860, Blacker, de 38 años, aparece citado por segunda vez en un almacén ubicado en el número 147 de la calle Bodegones. El almacén pertenecía a la firma Isaac & Co, de la cual Blacker era socio. En el mismo almacén se censó a Enrique Calderón o Calderoni, un comerciante de apenas 20 años que vivía en la calle Pilitricas.

En tanto, la familia Espantoso vivía cómodamente en una casa grande, en el número 127 de la calle Mármol de Bronce, que curiosamente estaba ubicada a la espalda de la calle donde vivía Gavina Martel con sus hijos, por lo que sería inverosímil pensar que no se conocían. En los altos de la casa de los Espantoso residía Felipa Avellán y sus hijos. Ella era prima hermana del dueño de casa, Manuel Espantoso Avellán.

En el censo de 1860 también está registrado Carlos Eduardo Stubbs, quien fue testigo de soltería de John Blacker en 1857. Stubbs residía en el número 302 de una casa grande en la calle Melchor Malo. El vivía junto a su joven esposa Manuela Rey de Castro, sus hijos y un amplio séquito de diez sirvientes. En su casa también aparecen ocupando habitaciones un portero francés, un cochero irlandés y un cochero inglés. Parece obvio que Stubbs poseía por lo menos un carruaje, lo que era todo un lujo en aquella época. En esa misma calle se encontraba ubicado el establecimiento de la Casa Gibbs.

Stubbs era hijo de un sastre de Manchester y llegó al Perú a inicios de 1840 con una carta de recomendación para John Hayne, el gerente de la Casa Gibbs de Lima. Hayne envió a Stubbs a Arequipa, donde trabajó bajo las órdenes de Samuel Went distinguiéndose como un excelente empleado.

Sin embargo, Stubbs tuvo un serio malentendido con Went cuando éste se casó en segundas nupcias con Mery Ann Robertson y quiso ayudar a su cuñado Patrick a conseguir un puesto importante en la Casa Gibbs de Arequipa. La discusión con Went ocasionó que Stubbs renunciara a su trabajo y se uniera a los negocios del comerciante alemán Christopher William Schutte.

Al cabo de algunos años, Samuel Went fue llamado a Lima para hacerse cargo de la Casa Gibbs en la capital debido a que John Hayne había decidido volver a Inglaterra. Esta situación provocó una reconciliación entre Went y Stubbs, quien no sólo regresó a trabajar a la Casa Gibbs sino se quedó a cargo del establecimiento en Arequipa.

En 1856 Went se retiró y volvió a Inglaterra con su familia, por lo que Stubbs se trasladó a Lima y se convirtió en jefe de la Casa Gibbs. Según el diario de Heinrich Witt, Stubbs era un hombre
de origen plebeyo, pero de fuerte juicio y sentido mercantil. Aunque durante su gestión la Casa Gibbs perdió la consignación del guano, Stubbs siempre fue muy bien considerado en Inglaterra. Stubbs permaneció en Lima hasta 1862 y luego se trasladó a Londres, donde se incorporó a la Casa Gibbs y llegó a ocupar una alta posición.

Foto: Imagen del censo de Lima de 1860. Sorprendentemente los hijos de Gavina Martel aparecen con el apellido Alzamora en lugar de su verdadero apellido: Blacker.

sábado, 8 de marzo de 2008

Nuevas revelaciones

Después de su matrimonio, en marzo de 1858, John Blacker Thierry y su flamante esposa permanecieron viviendo en la ciudad de Lima. Lo que es un misterio es el rumbo que tomó a partir de ese momento la relación del comerciante inglés con Gavina Martel y sus hijos. No existen mayores pistas al respecto.

Lo que se sabe con certeza es que siete meses después del matrimonio de John Backer con Carmen Espantoso se produjo la muerte de la madre de Gavina Martel. Doña Gertrudis Reyes Torres recibió sepultura eclesiástica con entierro mayor en la Iglesia de San Marcelo el 27 de octubre de 1858. Los documentos hallados sobre su muerte señalan que falleció a los 70 años de edad a causa de una “idropecia de pecho” (sic) y que se pagaron 7 pesos por el “carro” que trasladó el cuerpo al cementerio y 10 pesos por el nicho.

A estas alturas del siglo XIX ya se había difundido ampliamente la costumbre de hacer pública la muerte de un pariente. El deceso se comunicaba a través de anuncios en periódicos o con tarjetas de duelo. Todo funeral había adquirido las características de una gran ceremonia.
Era común que el cortejo fúnebre parta en romería del lugar de velación hacia el cementerio general, acompañado a pie por los deudos y amigos de la familia.

Un funeral no solía pasar inadvertido por dos motivos: el cortejo fúnebre usualmente llegaba hasta la Portada de Maravillas en las afueras de la ciudad y todavía existían las plañideras, mujeres especialmente contratadas para llorar exageradamente durante los actos de velación.

Las plañideras gozaban de prestigio y sus tarifas variaban de acuerdo a la dimensión y tono del llanto; en algunos casos subcontrataban a otras mujeres para que las acompañaran exaltando las virtudes del difunto y lamentando su ausencia.

El cadáver era transportado en un “carro” o carroza fúnebre que, de acuerdo al prestigio social del difunto, podía ser jalado hasta por seis caballos con lujosos ornamentos de color negro. Algunos carros pertenecían al cementerio y los cocheros iban vestidos con un pantalón y levita de paño negro, así como con un sombrero con cucarda. En esa época residía en Lima un fabricante inglés de carrozas llamado Eduardo Black, a quien también se le atribuyó el apellido Blacker en algunas ocasiones.

Después del entierro, la costumbre era retornar a la casa del difunto y acompañar a sus familiares durante largas horas. En algunos casos se servían hasta opíparas comidas. Los duelos duraban un mes y las salidas a la calle estaban restringidas para los familiares directos del difunto. Tampoco se podía hablar en voz alta. Además, se colocaban crespones negros en las puertas de la casa y, en algunos casos, hasta los interiores eran cubiertos por telones negros.

Este tipo de funeral trataba de ser imitado por todos los sectores sociales y muchos ciudadanos pobres hacían enormes sacrificios económicos para cumplir con los requerimientos de la época.
Por las características de los funerales parece obvio que John Blacker se enteró de la muerte de la madre de Gavina Martel.

En ese momento su esposa Carmen Espantoso ya esperaba a su primer hijo, quien nació en Lima el 28 de marzo de 1859. El niño fue bautizado en el Sagrario de la Catedral con el nombre de Juan Carlos Blacker el 16 de julio del mismo año y sus padrinos fueron su tío Miceno Espantoso y su abuela Dolores Oramas de Espantoso.

Foto: Partida de defunción de Gertrudis Reyes Torres, madre de Gavina Martel.

martes, 4 de marzo de 2008

El matrimonio

Sólo tres meses después del nacimiento de su hija Aurelia en 1857, John Blacker Thierry se comprometió a contraer matrimonio con otra mujer. En octubre de 1857 se abrió en Lima un expediente matrimonial mixto porque el novio era protestante y la novia católica.

En ese expediente Blacker aparece con su nombre de pila castellanizado (Juan) y además señaló los nombres castellanizados de sus padres: Alejandro Blacker y Susana María Thierry. Ambos habían nacido en Alemania y ya habían fallecido. Alexander Blacker Burrows murió el 12 de octubre de 1841, mientras que Jane Susan Marie Thierry Borkenstein falleció el 12 de febrero de 1848.

En el expediente matrimonial John Blacker se comprometió a educar a los hijos de su unión conyugal bajo el credo católico y presentó tres testigos de soltería. El primero fue el acaudalado comerciante inglés Carlos Eduardo Stubbs, en ese momento gerente de la Casa Gibbs de Lima. Otro testigo fue George Hodges Nugent(*), quien se desempeñaba como vicecónsul británico en Arica, y finalmente se presentó Carlos Eggert, de origen alemán, quien era empleado de la Casa Gibbs, firma para la que había trabajado antes en Tacna. Años más tarde Eggert sería gerente director de la Peruvian Guano Company.

Los tres testigos juramentaron bajo el rito protestante, mientras que el novio presentó también un certificado expedido por el consulado británico en Lima para acreditar su soltería. El documento fue firmado por el representante inglés John Barton, quien años antes, en 1852, figuraba junto a los hermanos Blacker como uno de los socios del “British Whist Club”.

Por otra parte, hasta ese momento, John Blacker no tenía hijos naturales registrados en la iglesia porque sus hijas Manuela, Aurelia y Natalia fueron bautizadas en fechas posteriores a su matrimonio, que se efectuó el 28 de marzo de 1858.

La novia fue Carmen Espantoso Oramas, de 19 años, natural de Guayaquil e hija de Manuel Domingo Espantoso Avellán y Dolores Oramas Izaguirre. Los Espantoso Oramas, de origen ecuatoriano, constituían una de las familias más influyentes de la sociedad limeña del siglo XIX y tenían una sólida posición económica. Manuel Domingo Espantoso Avellán había sido gobernador de Guayaquil hasta 1845 cuando estalló una rebelión que lo obligó a renunciar para facilitar la “segunda Independencia” de Ecuador.

La inestabilidad política en su país hizo que Espantoso viaje con su familia al Perú, donde se estableció y se dedicó a la actividad comercial naviera en sociedad con otros familiares. Fue íntimo amigo del presidente peruano Ramón Castilla y se tiene registro de que en una partida de naipes entre ambos Espantoso ganó 9 mil soles, una cifra exorbitante para la época. Sin embargo, así como ganaba grandes sumas, Espantoso también perdía importantes cantidades de dinero debido a su exagerada afición a los juegos de azar.

Una vez superada la crisis política de 1859 que puso al Ecuador en peligro de desaparecer como Estado independiente, Espantoso regresó a su país como Jefe Supremo de Cuenca. Pero poco tiempo después regresó al Perú, donde falleció en 1873 tras una larga enfermedad. La noticia de su muerte fue ampliamente difundida en la prensa limeña de la época.

En el plano personal, Manuel Espantoso Avellán estuvo casado, en distintos momentos de su vida, con dos hermanas, hijas del panameño Francisco de Oramas y Romero, y de Petra Antonia del Carmen de Izáguirre y Echanique. Espantoso se casó por primera vez con María Francisca de Oramas e Izáguirre, quien falleció en Guayaquil el 27 de octubre de 1827 al dar a luz a su primogénito: Domingo Miceno Espantoso de Oramas. Seis años más tarde, en 1833, Espantoso contrajo matrimonio con la hermana menor de su difunta esposa, María Dolores de Oramas e Izáguirre, quien fue a la postre la madre de la esposa de John Blacker.

Foto: Carmen Espantoso Oramas, esposa de John Blacker. Foto cortesía Carlos Espantoso.

(*) Una década más tarde un hecho que marcaría la vida de George Hodges Nugent fue el terremoto y posterior maremoto que azotó Arica el 13 de agosto de 1868. La casa de Hodges Nugent fue totalmente destruida, pero el vicecónsul británico y su familia pudieron escapar con vida corriendo hacia una zona alta del pueblo. Posteriormente, sin bienes materiales, Hodges Nugent se sumó a los trabajos de reconstrucción del lugar. Años más tarde, después de la Batalla de Arica, el vicecónsul inglés fue el encargado de reconocer el cádaver de Francisco Bolognesi a pedido del general chileno Baquedano. Cuando Arica pasó a manos chilenas, Hodges Nugent no abandonó la localidad y permaneció allí hasta el fin de sus días. Sus restos reposan en el cementerio municipal de Arica. Hodges Nugent tuvo un hermano, Peter, quien fue vicecónsul inglés ad honorem en Iquique. Otros miembros de la familia Nugent tuvieron activa participación comercial en Tacna durante la segunda mitad del Siglo XIX.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Nombre misterioso

En los primeros meses de la investigación genealógica sobre los Blacker en el Perú se estableció que el comerciante inglés John Blacker Thierry y Gavina Martel Reyes tuvieron tres hijos, pero esta información resultó incompleta tras encontrar en los registros parroquiales un nuevo nombre ligado a la pareja.

En los libros antiguos de la iglesia de San Marcelo está inscrita la partida de bautizo de Natalia Blaque Zamora, natural de Lima y bautizada -a los 6 años de edad- el 7 de diciembre de 1863. En la partida se consigna que la niña ya había sido bautizada antes por caso de necesidad y que el bautizo lo efectuó un padre del convento de San Agustín.

El dato que llamó la atención en el documento es que como sus padres figuran Juan Carlos Blaque y Gavina Zamora. La coincidencia en los nombres de pila (Juan y Gavina) condujo a seguir esa pista basados, además, en dos premisas puntuales: La primera, era común que en esa época se cometieran errores a la hora de escribir los apellidos extranjeros, lo que podría explicar la aparición de Blaque en lugar de Blacker; mientras que la segunda premisa se apoyaba en el apellido de Gavina Zamora porque, a lo largo de la investigación, se han encontrado una serie de documentos en los cuales Gavina Martel Reyes aparece como Gavina Alzamora, Gavina Martel de Alzamora, Gavina Martel y Alzamora o Gavina Martel del Alzamora. Asimismo, su nombre aparece escrito indistintamente con “v” intermedia (Gavina) o con “b” intermedia (Gabina).

Esta confusión de apellidos se registra incluso en la partida de defunción de Leoncio Blacker Martel, donde su nombre figura como Leoncio Blacker Alzamora, y también en las partidas de nacimiento y defunción de Aurelia Blacker Martel, cuyo apellido materno también aparece como Alzamora.

Es así que analizando la pista de Natalia Blaque Zamora se encontró que ella murió apenas 16 días después de su bautizo y que en su partida de defunción fue inscrita como Natalia Blacar. La defunción se registró el 23 de diciembre de 1863, vísperas de Navidad, señalando que la muerte se produjo a consecuencia de una “fiebre al cerebro”.

Hasta ese momento la verdadera identidad de la niña continuaba sin aclararse y el desconcierto durante la investigación aumentó cuando en la Beneficencia de Lima se encontró que fue registrada como Natalia Blancar antes de su entierro. Además, se pagaron 40 soles por la carroza que trasladó sus restos al cementerio general, una cifra inusualmente alta para esa época.

Finalmente, en el cementerio Presbítero Maestro, se halló su lápida, donde su nombre figura como Natalia Blakar. Es decir, solamente durante el mes de diciembre de 1863 se escribió el apellido de la niña de cuatro maneras distintas: Blaque, Blacar, Blancar y Blakar.

En un principio, con esta confusa información, era imposible determinar con exactitud la filiación de la infante, pero las dudas terminaron cuando se tuvo acceso al censo de la Municipalidad de Lima correspondiente al año 1860. Natalia fue hija de John Blacker y Gavina Martel.

Pero este no fue el único caso que arrojó dudas sobre el real número de hijos que tuvieron John y Gavina. Un dato similar surgió cuando se encontró información relacionada a un tal Lorenzo Blacker en los registros parroquiales de la iglesia de San Marcelo. El nombre de Lorenzo Blacker, natural de Lima y de oficio comerciante, aparece en una partida de bautizo del 15 de agosto de 1879 como padre de un hijo natural llamado Rosendo Blacker Ramírez.

Las dudas sobre los orígenes de Lorenzo Blacker se fundamentaban en el hecho de que fue padre en 1879. Es decir, tomando como referencia ese año, era válido deducir que nació en Lima en la década de 1850, época en la que precisamente tuvo lugar la relación entre John Blacker y Gavina Martel. Adicionalmente, un hermano de Gavina, nacido en 1830, se llamaba también Lorenzo.

Lo extraño del asunto era que se trataba de la única documentación encontrada sobre Lorenzo Blacker. No se encontraron más pistas sobre él ni sobre su hijo Rosendo en parroquias, libros, censos, municipalidades o cementerios. Sin embargo, las dudas se aclararon cuando se siguió la pista de la madre del pequeño, Carmen Ramírez, quien era natural de Iquique, territorio peruano que posteriormente pasaría a manos chilenas.

En Iquique se descubrió que en 1870 fue nombrado administrador principal de correos un funcionario llamado Lorenzo T. Black, quien permaneció viviendo en esa ciudad por varios años y luego fue comerciante en Lima. Es decir, en la iglesia de San Marcelo se cometió un error al escribir el apellido Blacker en lugar de Black.

En esa época los registros civiles no se consideraban importantes y los hijos se registraban únicamente en las iglesias. En el caso de los hijos naturales, los errores eran frecuentes porque éstos usualmente no eran llevados a bautizar ni por el padre ni por la madre. Habitualmente eran llevados a las iglesias por familiares o vecinos de la madre, quienes además daban verbalmente la información sobre el nombre de los progenitores, lo que en muchos casos inducía a errores.

Esa falta de precisión al momento de registrar los bautizos de los hijos naturales puede servir también para entender todas las dudas que surgieron inicialmente en torno al exacto número de descendientes que tuvieron John Blacker Thierry y Gavina Martel Reyes porque ellos nunca se casaron.

Foto: Partida de nacimiento de Natalia Blaque Zamora, cuyo nombre verdadero fue Natalia Blacker Martel.

viernes, 1 de febrero de 2008

Leoncio Blacker

Como ya se señaló en un post anterior, Manuela Blacker Martel nació en marzo de 1853, mientras que dos años más tarde, el 1 de marzo de 1855, nació su hermano Leoncio. Eran tiempos de profundos cambios en la historia del Perú. En aquel 1855 Ramón Castilla derrocó al presidente José Rufino Echenique, a quien precisamente le había cedido el poder en 1851.

Con el retorno de Castilla a la presidencia entró en vigencia la ley que abolió la esclavitud y se anuló el tributo obligatorio que debían pagar los indígenas, mientras que en el aspecto urbano se impulsó la creación de la empresa de agua potable y se dieron los primeros pasos para mejorar la salud pública porque Lima era una ciudad que vivía en constante riesgo de sufrir epidemias. Precisamente, en 1854, un año antes del nacimiento de Leoncio, se había producido una epidemia de fiebre amarilla que causó pánico y más de dos mil muertos en la capital.

Al no existir un apropiado servicio de desagüe, la mayoría de calles de la ciudad tenían acequias y albañales de poco fondo donde se depositaban desperdicios, así como las deyecciones de personas y animales. El funcionamiento del ferrocarril no significó que las mulas, los burros y los caballos dejasen de ser un útil medio de transporte. Además, los campesinos solían conducir por la ciudad rebaños de vicuñas y alpacas llevando diferentes productos. Todos esos animales evacuaban sus excreciones en las calles y en las acequias, que no sólo emanaban olores desagradables sino se desbordaban con facilidad, provocando serios riesgos para la salud.

El agua limpia que se consumía en Lima provenía del río Surco y de un manantial formado por filtraciones del río Rímac, pero no llegaba a las casas a través de tuberías. Las cañerías subterráneas conducían el agua a las piletas y fuentes públicas que se ubicaban en plazas y plazuelas. De aquellas piletas y fuentes, los aguadores tomaban el agua que luego vendían a pie o montados sobre el flaco lomo de sus mulas, con dos barriles llenos que hacían contrapeso. Los vecinos también podían tomar libremente el agua de las fuentes, mientras que algunas casas tenían pozos de agua subterránea o acequias.

En esa época el concepto de higiene y salud pública recién empezaba a adquirir importancia, lo que era además una muestra de los nuevos tiempos que se vivían en la capital a partir de la riqueza generada por el guano. En octubre de 1855 el gobierno concedió a Thomas Wheelock un privilegio por 50 años para llevar agua a las casas a través de cañerías, contrato que posteriormente el concesionario transfirió a Manuel Mariano Basagoytia, quien se convirtió en accionista principal de la "Empresa de Agua".

Por otra parte, el 5 de mayo de 1857, cuando Leoncio Blacker tenía dos años de edad, Lima siguió su camino hacia la modernidad con la inauguración del sistema público de alumbrado a gas. Por orden del presidente Castilla se encendieron 400 lampadarios que alumbraron el Palacio de Gobierno y cuatro cuadras a la redonda en medio de la curiosidad y alegría general.

Sólo dos meses después de aquella inauguración, el 27 de julio de 1857, Gavina Martel Reyes dio a luz a una niña que recibió el nombre de Aurelia Blacker. Ella fue bautizada en la parroquia de San Marcelo el 7 de mayo de 1858, a los 9 meses y días de nacida. En la partida de bautizo se consigna que la niña ya había sido bautizada antes, por caso de necesidad, por el presbítero José María Chumpitaz.

Esta situación puede parecer extraña, aunque la explicación se encuentra en una costumbre de la época. Si una persona tenía amistad con el cura de la iglesia correspondiente a su barrio, no era insólito que le pidiera que acuda a su casa a “ponerle agua bautismal” al recién nacido, sobre todo si el niño tenía algún problema de salud o algún brote infeccioso se había presentado en la ciudad.
El cura acudía a la casa del feligrés de su iglesia, efectuaba una ceremonia sencilla, apuntaba en un pequeño papel los datos del niño y posteriormente registraba el bautizo en los libros de la iglesia. No obstante, en fecha posterior, el niño tenía que ser llevado obligatoriamente a la iglesia para recibir “óleo y crisma”. Este fue el caso de Aurelia Blacker.

También en 1857 el Salón de Comercio y la Biblioteca Inglesa de Lima, institución que ya era conocida simplemente como Bolsa o club Inglés, se trasladó a la casa del ciudadano Pedro Terry, en la calle Melchor Malo, donde siguió operando con sus más de cien miembros inscritos. Unos años antes esta institución había funcionado bajo la presidencia de Samuel Went.

Foto: Leoncio Blacker Martel a los 20 años de edad. Imagen tomada en Piura.

martes, 29 de enero de 2008

Historia de amor

Sobre las actividades comerciales que desarrolló John Blacker en el país no se han encontrado pistas concretas que permitan, por ejemplo, conocer los detalles de su función como empleado y luego socio de la firma Isaac & Co. Tampoco se ha podido determinar el tipo de productos que comercializaba en el almacén de la calle Bodegones.

Respecto a este último dato, es preciso señalar que en esa época las calles tenían solamente una cuadra de extensión y llevaban los nombres de algún vecino notable, de alguna actividad en particular o de algún suceso que había quedado grabado en la memoria colectiva. En el caso de Bodegones, la calle llevaba ese nombre desde la colonia porque hubo en ella varios establecimientos con bodegas de vino, aceite, aguardiente, miel, azúcar, maíz y trigo.

Sin detalles específicos sobre su trabajo como comerciante, los mayores datos del paso de John Blacker Thierry por el Perú se limitan al plano personal. Hay indicios que demuestran que el círculo de amistades de Blacker en Lima estaba compuesto básicamente por extranjeros. Sin embargo, en 1852, o tal vez antes, Blacker conoció a Gavina Martel Reyes. No se sabe en qué circunstancias se produjo el primer encuentro, pero en 1852 él tenía 30 años y ella 17.

En aquella época todas las actividades sociales se desarrollaban en la Plaza Mayor, donde se reunían las personas de todos los estratos sociales para celebrar principalmente las fiestas religiosas. En Lima se honraba oficialmente a casi todos los santos del calendario. Pero esas fiestas religiosas que se iniciaban con sentimientos de recogimiento y devoción se transformaban luego en verdaderos jolgorios callejeros.

En los días festivos más importantes, a la salida de las iglesias, era común encontrar en la Plaza Mayor todo tipo de actividades. Por ejemplo, era frecuente que músicos negros pidieran caridad exhibiendo sus habilidades para el canto y el baile, mientras vendedores de lotería gritaban la suerte. También era común ver a las mistureras alabando sus flores y a los tamaleros y fresqueras ofreciendo sus productos en las mesas que colocaban en el centro de la plaza, siempre al lado de la fuente de agua.

Vendedores cholos y negros vendían, en medio de braseros humeantes, viandas como el pepián y el picante. Salchichas, embutidos, jamones, aves crudas y desplumadas también se ofrecían en medio de aquel bullicio inagotable. Los serenos, silbato en mano, patrullaban a pie la ciudad y se encargaban de la seguridad pública durante las noches de fiesta.

Por otra parte, durante el día, algunas mujeres todavía usaban la saya y el manto, así como el zapato de raso blanco, mientras que los hombres acostumbraban vestir a la europea. Las limeñas salían usualmente solas a recorrer a pie la Plaza Mayor y en varias crónicas de la época se alaba su desinhibida coquetería orientada a la consecución de un esposo. Aunque a partir de 1850 la presencia de las tapadas limeñas se había reducido considerablemente, todavía se podían apreciar algunas en días de fiesta.

Por muchos años las tapadas habían sido las que tomaban la iniciativa cuando se interesaban por algún caballero, sobre todo extranjero. Su manta no era tan inflexiblemente cerrada. Una limeña bonita encontraba en su camino mil pretextos para descubrirse con la finalidad de recoger al paso una mirada de admiración o una alabanza.

Es improbable que Gavina Martel haya sido una de las pocas tapadas limeñas que todavía paseaban por la Plaza Mayor cuando conoció a John Blacker. De acuerdo a registros oficiales, Gavina fue hija de José Dolores Martel Ruiz, mestizo, natural de Trujillo e hijo legítimo de Valentín Martel y Gregoria Ruiz, mientras que su madre fue Gertrudis Reyes Torres, mestiza, nacida en Ica e hija natural de Juan Reyes y Manuela Torres.

Los padres de Gavina se casaron en Lima, en la iglesia de San Lázaro, el 8 de marzo de 1822. Es decir, en plena y caótica transición de la colonia a la independencia. Sus testigos de matrimonio fueron Jorge Aponte y Esteban Iturrizaga. En el censo de Lima, correspondiente al mes de febrero de 1826, se ha encontrado registro de una sola persona que respondía al nombre de José Martel. Tenía 34 años, ocupaba la tienda 299 en el barrio 1, cuartel 1, que pertenecía a la parroquia de la Catedral; y su oficio era enrrizador.

Entre los miles de censados en 1826 era la única persona que aparecía con esa extraña ocupación. Posteriormente, a través de un documento que data de 1839, se descubrió que Martel era enrrizador de mantas. El documento lleva la firma del diputado Guillermo Carrillo, quien en esa época fue encargado de realizar una clasificación de los negocios de la industria de enrrizadores de mantas.

Carrillo señala que al 8 de agosto de 1839 habían seis enrrizadores en Lima, uno de los cuales era José Dolores Martel, quien era propietario de una tienda en el número 371 de la calle Veracruz. El negocio de Martel fue clasificado como el único de segunda categoría, mientras que habían tres tiendas de primera categoría, una de tercera categoría y otra de cuarta categoría. De acuerdo a esta clasificación, los contribuyentes pagaban impuestos al Estado y a Martel le correspondía abonar tres pesos y dos medios reales.

A pesar de ser propietario de un negocio, la posición que ocupaba José Martel en la sociedad limeña no parece haber sido muy valorada. El y su familia vivieron por mucho tiempo en el barrio de Santo Domingo, ubicado en el centro de Lima, cerca de la plaza principal y con mucho movimiento comercial. Se cree que Gavina pasó su infancia en ese barrio, mientras que respecto a su adolescencia se sabe que muy joven fue madre soltera de un niño llamado José Páramo.

Lo más probable es que Gavina haya conocido a John Blacker poco tiempo después de haber dado a luz a su primer hijo. Ella y John establecieron una relación sentimental que se prolongó por lo menos durante siete años. Esta conclusión se desprende por el número de hijos que tuvieron. Aparte de la ya citada Manuela, de su relación nacieron Leoncio Blacker Martel, Aurelia Blacker Martel y Natalia Blacker Martel.

Foto: La exótica belleza de Gavina Martel en 1866. En ese momento ya era madre de cinco hijos. Foto cortesía Nilemón Blacker.

jueves, 24 de enero de 2008

La sociedad limeña

A mediados del siglo XIX, la Plaza Mayor de Lima formaba un cuadrado perfecto. La Catedral y el Arzobispado ocupaban el lado oriental, mientras que en el norte se encontraba el Palacio Nacional y los otros dos lados estaban ocupados por casas particulares, adornadas con balcones coloniales. Además, alrededor de la plaza había varios portales, donde varios negociantes -la mayoría extranjeros- exponían productos europeos. Al medio de la Plaza se levantaba una adornada fuente de bronce, de donde se acarreaba agua limpia.

En esa época artesanos europeos ya habían ocupado los principales talleres nacionales desplazando a los artesanos locales que no podían competir contra la tecnología y los conocimientos “modernos” que llegaban del viejo mundo. Sastres, zapateros, talabarteros y todo europeo que se dedicaba a trabajos de manufactura logró insertarse en la sociedad peruana con relativa facilidad.

En ese contexto, la colonia británica siguió creciendo, aunque para la mayoría de sus miembros su residencia en el país no tenía carácter permanente. Los comerciantes, empleados, artesanos, mecánicos, químicos, técnicos o aventureros británicos tenían grabada en la mente la idea de volver a casa convertidos en millonarios o con una importante cantidad de dinero que les permitiera establecer su propia firma en su país de origen.

La mayor parte de los miembros de la colonia inglesa vivía en el centro de Lima y en el Callao, mientras que Miraflores, Barranco y Chorrillos recién comenzaban su desarrollo urbano y eran considerados lugares de esparcimiento. Los jóvenes solteros ingleses solían vivir en habitaciones o departamentos ubicados en los altos de los negocios donde trabajaban y la presencia de varones ingleses era muy superior a la de damas de la misma nacionalidad.

En aquella época los extranjeros solían ser recibidos por la sociedad limeña con franca hospitalidad. El mobiliario limeño era en general de una extrema simplicidad: todo el lujo de la pieza principal era formado por algunos sofás de crin, sillas, taburetes, una alfombra o esteras de juncos trenzados, un piano, una mesita portando un ramo de flores o una fuente de plata llena de una mezcla de flores deshojadas.

El dormitorio principal encerraba ordinariamente todas las elegancias del mobiliario.
Los espejos eran pocos y de pequeña dimensión; las cortinas y cortinajes no eran usuales en Lima. Las mujeres casadas y las jóvenes, indistintamente, recibían visitas en casa, en horarios preestablecidos que incluso se anunciaban en los diarios. La presentación de un extranjero recién llegado al país podía ser inesperada, pero nunca producía una sorpresa.

Las mujeres de la clase alta normalmente recibían a sus visitas vestidas a la francesa, con una elegancia esmerada y notoria. Las modas parisienses se introdujeron sin dificultad en el Perú. En tanto, el amor inmoderado por las flores y los perfumes era una característica de la población de toda condición social. Era preciso que una casa sea muy pobre para que no se encuentre en ella una cesta de flores y un pomo de agua rica. Era una galantería muy usada la de adornar el ojal y perfumar el pañuelo del visitante.

En las grandes circunstancias, en las épocas de bautizo o de aniversario, el lujo supremo consistía en repartir a los invitados manzanitas verdes, en las que se hacían incisiones con elegantes arabescos, llenas de polvo de áloe y entrecortadas por varios clavos de olor. Estos diversos ingredientes, cuya humedad era mantenida por el jugo de la fruta, desprendían un olor de
lo más agradable. También se regalaban naranjas colocadas en redecillas de filigrana de plata, y, sobre todo, largas pastillas de incienso cubiertas de papel metálico color de fuego con diferentes adornos.

Las principales diversiones eran el teatro, la opera, las corridas de toros -que llegaban a extremos salvajes en la Plaza de Acho- y el juego de lotería, que reunía a verdaderas multitudes en la Plaza Mayor, donde se realizaba el sorteo en un tabladillo especialmente acondicionado para la ocasión. Por otra parte, los sectores populares disfrutaban con devoción las peleas de gallos.

Otro popular pasatiempo de la sociedad peruana era los juegos de cartas y la afición se extendía a los extranjeros. Por ejemplo, Heinrich Witt revela en su diario personal que en el año 1852 existía el British Whist Club, que funcionaba en un hotel de amplios salones ubicado en una de las esquinas de la Plaza Mayor. Entre los miembros del club estuvieron los hermanos John y Alexander Blacker. “British Whist” era el nombre de un juego de cartas del cual posteriormente derivó el Bridge.

Foto: Vista de la calle Mercaderes en una mañana de verano. Archivo Courret.