Un mes después del bautizo de Juan Carlos Blacker Espantoso, otra pérdida importante se produjo en la familia de Gavina Martel. Esta vez falleció su padre. La partida de defunción se registró el 16 de agosto de 1859 y en ella se consignó que José Martel murió debido a un “neurisma” y que “deja 4 hijos”.
A diferencia de su esposa, quien fue velada en la iglesia de San Marcelo, José Martel recibió sepultura eclesiástica con entierro mayor en el convento de La Merced. Se pagaron 10 pesos por el “carro” que trasladó el ataúd al cementerio.
El convento de la Merced era uno de los más reconocidos de Lima y para utilizarlo en funerales había que solicitar una dispensa al cura y a la iglesia correspondiente al barrio del difunto. El cura de la iglesia oficiaba la misa en el convento y era común que resaltara hasta la exageración las virtudes del fallecido.
Adicionalmente, el convento de La Merced contaba con amplios patios para albergar a una gran cantidad de personas. Incluso las monjas solían servir bocadillos entre los asistentes y se repartían pinturas o dibujos del difunto. En esa época había también una tendencia general a enterrar al muerto vestido con una mortaja. Por ejemplo, era muy popular el hábito y la cuerda de San Francisco.
Al año siguiente de la muerte de José Martel, en 1860, se realizó un censo en la ciudad de Lima, en el cual se han encontrado datos sorprendentes en torno a Gavina Martel y sus hijos. Ella vivía en el distrito 2, en la calle Matavilela, en el número 312 de una llamada casa grande que pertenecía a los religiosos del convento de Santo Domingo y que era alquilada por el coronel Lorenzo Gonzales.
Gavina subarrendaba una habitación que compartía con sus hijos y con una sirvienta analfabeta, natural de Huancayo, llamada María Castro. Lo extraño es que Gavina, de 25 años, declaró que su apellido era Alzamora y que era “viuda”. Asimismo, declaró los nombres y edades de sus hijos con un detalle desconcertante: les cambió el apellido. Es así que sus hijos están inscritos en el censo como Manuela Alzamora (7 años), Leoncio Alzamora (5 años), Aurelia Alzamora (3 años) y Natalia Alzamora (2 años).
Hasta el momento ha sido imposible encontrar una pista que explique por qué Gavina Martel se atribuía el apellido Alzamora y por qué se lo atribuyó también a sus hijos en 1860. En este caso particular la confusión se agudiza porque antes de efectuarse el censo tanto Manuela como Aurelia ya habían sido bautizadas como hijas naturales de Juan Blacker. Por eso, ambas ya llevaban el apellido Blacker en los registros eclesiásticos.
Parece evidente que en ese momento Gavina intentaba mantener en secreto la filiación de sus hijos. Una hipótesis es que lo haya hecho por recato personal. Ser madre soltera en esa época podía provocar el rechazo social y, al cambiarse el apellido y declararse viuda, Gavina evitaba dar detalles sobre su verdadera condición de madre soltera.
En ese momento John Blacker vivía en los altos de una casa grande, número 104, en la calle Pileta de la Merced. El principal habitante de la casa era el comerciante francés Silvestre Guiroy y Blacker alquilaba los altos, donde vivía junto a su esposa Carmen Espantoso, su hijo Juan Carlos y dos sirvientes ingleses, uno de los cuales era mayordomo.
En esa calle podía encontrarse también a otros residentes extranjeros como un sastre inglés, dos carpinteros suizos y tres herreros franceses. En el mismo censo de 1860, Blacker, de 38 años, aparece citado por segunda vez en un almacén ubicado en el número 147 de la calle Bodegones. El almacén pertenecía a la firma Isaac & Co, de la cual Blacker era socio. En el mismo almacén se censó a Enrique Calderón o Calderoni, un comerciante de apenas 20 años que vivía en la calle Pilitricas.
En tanto, la familia Espantoso vivía cómodamente en una casa grande, en el número 127 de la calle Mármol de Bronce, que curiosamente estaba ubicada a la espalda de la calle donde vivía Gavina Martel con sus hijos, por lo que sería inverosímil pensar que no se conocían. En los altos de la casa de los Espantoso residía Felipa Avellán y sus hijos. Ella era prima hermana del dueño de casa, Manuel Espantoso Avellán.
En el censo de 1860 también está registrado Carlos Eduardo Stubbs, quien fue testigo de soltería de John Blacker en 1857. Stubbs residía en el número 302 de una casa grande en la calle Melchor Malo. El vivía junto a su joven esposa Manuela Rey de Castro, sus hijos y un amplio séquito de diez sirvientes. En su casa también aparecen ocupando habitaciones un portero francés, un cochero irlandés y un cochero inglés. Parece obvio que Stubbs poseía por lo menos un carruaje, lo que era todo un lujo en aquella época. En esa misma calle se encontraba ubicado el establecimiento de la Casa Gibbs.
Stubbs era hijo de un sastre de Manchester y llegó al Perú a inicios de 1840 con una carta de recomendación para John Hayne, el gerente de la Casa Gibbs de Lima. Hayne envió a Stubbs a Arequipa, donde trabajó bajo las órdenes de Samuel Went distinguiéndose como un excelente empleado.
Sin embargo, Stubbs tuvo un serio malentendido con Went cuando éste se casó en segundas nupcias con Mery Ann Robertson y quiso ayudar a su cuñado Patrick a conseguir un puesto importante en la Casa Gibbs de Arequipa. La discusión con Went ocasionó que Stubbs renunciara a su trabajo y se uniera a los negocios del comerciante alemán Christopher William Schutte.
Al cabo de algunos años, Samuel Went fue llamado a Lima para hacerse cargo de la Casa Gibbs en la capital debido a que John Hayne había decidido volver a Inglaterra. Esta situación provocó una reconciliación entre Went y Stubbs, quien no sólo regresó a trabajar a la Casa Gibbs sino se quedó a cargo del establecimiento en Arequipa.
En 1856 Went se retiró y volvió a Inglaterra con su familia, por lo que Stubbs se trasladó a Lima y se convirtió en jefe de la Casa Gibbs. Según el diario de Heinrich Witt, Stubbs era un hombre
de origen plebeyo, pero de fuerte juicio y sentido mercantil. Aunque durante su gestión la Casa Gibbs perdió la consignación del guano, Stubbs siempre fue muy bien considerado en Inglaterra. Stubbs permaneció en Lima hasta 1862 y luego se trasladó a Londres, donde se incorporó a la Casa Gibbs y llegó a ocupar una alta posición.
Foto: Imagen del censo de Lima de 1860. Sorprendentemente los hijos de Gavina Martel aparecen con el apellido Alzamora en lugar de su verdadero apellido: Blacker.
viernes, 21 de marzo de 2008
sábado, 8 de marzo de 2008
Nuevas revelaciones
Después de su matrimonio, en marzo de 1858, John Blacker Thierry y su flamante esposa permanecieron viviendo en la ciudad de Lima. Lo que es un misterio es el rumbo que tomó a partir de ese momento la relación del comerciante inglés con Gavina Martel y sus hijos. No existen mayores pistas al respecto.
Lo que se sabe con certeza es que siete meses después del matrimonio de John Backer con Carmen Espantoso se produjo la muerte de la madre de Gavina Martel. Doña Gertrudis Reyes Torres recibió sepultura eclesiástica con entierro mayor en la Iglesia de San Marcelo el 27 de octubre de 1858. Los documentos hallados sobre su muerte señalan que falleció a los 70 años de edad a causa de una “idropecia de pecho” (sic) y que se pagaron 7 pesos por el “carro” que trasladó el cuerpo al cementerio y 10 pesos por el nicho.
A estas alturas del siglo XIX ya se había difundido ampliamente la costumbre de hacer pública la muerte de un pariente. El deceso se comunicaba a través de anuncios en periódicos o con tarjetas de duelo. Todo funeral había adquirido las características de una gran ceremonia.
Era común que el cortejo fúnebre parta en romería del lugar de velación hacia el cementerio general, acompañado a pie por los deudos y amigos de la familia.
Un funeral no solía pasar inadvertido por dos motivos: el cortejo fúnebre usualmente llegaba hasta la Portada de Maravillas en las afueras de la ciudad y todavía existían las plañideras, mujeres especialmente contratadas para llorar exageradamente durante los actos de velación.
Las plañideras gozaban de prestigio y sus tarifas variaban de acuerdo a la dimensión y tono del llanto; en algunos casos subcontrataban a otras mujeres para que las acompañaran exaltando las virtudes del difunto y lamentando su ausencia.
El cadáver era transportado en un “carro” o carroza fúnebre que, de acuerdo al prestigio social del difunto, podía ser jalado hasta por seis caballos con lujosos ornamentos de color negro. Algunos carros pertenecían al cementerio y los cocheros iban vestidos con un pantalón y levita de paño negro, así como con un sombrero con cucarda. En esa época residía en Lima un fabricante inglés de carrozas llamado Eduardo Black, a quien también se le atribuyó el apellido Blacker en algunas ocasiones.
Después del entierro, la costumbre era retornar a la casa del difunto y acompañar a sus familiares durante largas horas. En algunos casos se servían hasta opíparas comidas. Los duelos duraban un mes y las salidas a la calle estaban restringidas para los familiares directos del difunto. Tampoco se podía hablar en voz alta. Además, se colocaban crespones negros en las puertas de la casa y, en algunos casos, hasta los interiores eran cubiertos por telones negros.
Este tipo de funeral trataba de ser imitado por todos los sectores sociales y muchos ciudadanos pobres hacían enormes sacrificios económicos para cumplir con los requerimientos de la época.
Por las características de los funerales parece obvio que John Blacker se enteró de la muerte de la madre de Gavina Martel.
En ese momento su esposa Carmen Espantoso ya esperaba a su primer hijo, quien nació en Lima el 28 de marzo de 1859. El niño fue bautizado en el Sagrario de la Catedral con el nombre de Juan Carlos Blacker el 16 de julio del mismo año y sus padrinos fueron su tío Miceno Espantoso y su abuela Dolores Oramas de Espantoso.
Foto: Partida de defunción de Gertrudis Reyes Torres, madre de Gavina Martel.
Lo que se sabe con certeza es que siete meses después del matrimonio de John Backer con Carmen Espantoso se produjo la muerte de la madre de Gavina Martel. Doña Gertrudis Reyes Torres recibió sepultura eclesiástica con entierro mayor en la Iglesia de San Marcelo el 27 de octubre de 1858. Los documentos hallados sobre su muerte señalan que falleció a los 70 años de edad a causa de una “idropecia de pecho” (sic) y que se pagaron 7 pesos por el “carro” que trasladó el cuerpo al cementerio y 10 pesos por el nicho.
A estas alturas del siglo XIX ya se había difundido ampliamente la costumbre de hacer pública la muerte de un pariente. El deceso se comunicaba a través de anuncios en periódicos o con tarjetas de duelo. Todo funeral había adquirido las características de una gran ceremonia.
Era común que el cortejo fúnebre parta en romería del lugar de velación hacia el cementerio general, acompañado a pie por los deudos y amigos de la familia.
Un funeral no solía pasar inadvertido por dos motivos: el cortejo fúnebre usualmente llegaba hasta la Portada de Maravillas en las afueras de la ciudad y todavía existían las plañideras, mujeres especialmente contratadas para llorar exageradamente durante los actos de velación.
Las plañideras gozaban de prestigio y sus tarifas variaban de acuerdo a la dimensión y tono del llanto; en algunos casos subcontrataban a otras mujeres para que las acompañaran exaltando las virtudes del difunto y lamentando su ausencia.
El cadáver era transportado en un “carro” o carroza fúnebre que, de acuerdo al prestigio social del difunto, podía ser jalado hasta por seis caballos con lujosos ornamentos de color negro. Algunos carros pertenecían al cementerio y los cocheros iban vestidos con un pantalón y levita de paño negro, así como con un sombrero con cucarda. En esa época residía en Lima un fabricante inglés de carrozas llamado Eduardo Black, a quien también se le atribuyó el apellido Blacker en algunas ocasiones.
Después del entierro, la costumbre era retornar a la casa del difunto y acompañar a sus familiares durante largas horas. En algunos casos se servían hasta opíparas comidas. Los duelos duraban un mes y las salidas a la calle estaban restringidas para los familiares directos del difunto. Tampoco se podía hablar en voz alta. Además, se colocaban crespones negros en las puertas de la casa y, en algunos casos, hasta los interiores eran cubiertos por telones negros.
Este tipo de funeral trataba de ser imitado por todos los sectores sociales y muchos ciudadanos pobres hacían enormes sacrificios económicos para cumplir con los requerimientos de la época.
Por las características de los funerales parece obvio que John Blacker se enteró de la muerte de la madre de Gavina Martel.
En ese momento su esposa Carmen Espantoso ya esperaba a su primer hijo, quien nació en Lima el 28 de marzo de 1859. El niño fue bautizado en el Sagrario de la Catedral con el nombre de Juan Carlos Blacker el 16 de julio del mismo año y sus padrinos fueron su tío Miceno Espantoso y su abuela Dolores Oramas de Espantoso.
Foto: Partida de defunción de Gertrudis Reyes Torres, madre de Gavina Martel.
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martes, 4 de marzo de 2008
El matrimonio
Sólo tres meses después del nacimiento de su hija Aurelia en 1857, John Blacker Thierry se comprometió a contraer matrimonio con otra mujer. En octubre de 1857 se abrió en Lima un expediente matrimonial mixto porque el novio era protestante y la novia católica.
En ese expediente Blacker aparece con su nombre de pila castellanizado (Juan) y además señaló los nombres castellanizados de sus padres: Alejandro Blacker y Susana María Thierry. Ambos habían nacido en Alemania y ya habían fallecido. Alexander Blacker Burrows murió el 12 de octubre de 1841, mientras que Jane Susan Marie Thierry Borkenstein falleció el 12 de febrero de 1848.
En el expediente matrimonial John Blacker se comprometió a educar a los hijos de su unión conyugal bajo el credo católico y presentó tres testigos de soltería. El primero fue el acaudalado comerciante inglés Carlos Eduardo Stubbs, en ese momento gerente de la Casa Gibbs de Lima. Otro testigo fue George Hodges Nugent(*), quien se desempeñaba como vicecónsul británico en Arica, y finalmente se presentó Carlos Eggert, de origen alemán, quien era empleado de la Casa Gibbs, firma para la que había trabajado antes en Tacna. Años más tarde Eggert sería gerente director de la Peruvian Guano Company.
Los tres testigos juramentaron bajo el rito protestante, mientras que el novio presentó también un certificado expedido por el consulado británico en Lima para acreditar su soltería. El documento fue firmado por el representante inglés John Barton, quien años antes, en 1852, figuraba junto a los hermanos Blacker como uno de los socios del “British Whist Club”.
Por otra parte, hasta ese momento, John Blacker no tenía hijos naturales registrados en la iglesia porque sus hijas Manuela, Aurelia y Natalia fueron bautizadas en fechas posteriores a su matrimonio, que se efectuó el 28 de marzo de 1858.
La novia fue Carmen Espantoso Oramas, de 19 años, natural de Guayaquil e hija de Manuel Domingo Espantoso Avellán y Dolores Oramas Izaguirre. Los Espantoso Oramas, de origen ecuatoriano, constituían una de las familias más influyentes de la sociedad limeña del siglo XIX y tenían una sólida posición económica. Manuel Domingo Espantoso Avellán había sido gobernador de Guayaquil hasta 1845 cuando estalló una rebelión que lo obligó a renunciar para facilitar la “segunda Independencia” de Ecuador.
La inestabilidad política en su país hizo que Espantoso viaje con su familia al Perú, donde se estableció y se dedicó a la actividad comercial naviera en sociedad con otros familiares. Fue íntimo amigo del presidente peruano Ramón Castilla y se tiene registro de que en una partida de naipes entre ambos Espantoso ganó 9 mil soles, una cifra exorbitante para la época. Sin embargo, así como ganaba grandes sumas, Espantoso también perdía importantes cantidades de dinero debido a su exagerada afición a los juegos de azar.
Una vez superada la crisis política de 1859 que puso al Ecuador en peligro de desaparecer como Estado independiente, Espantoso regresó a su país como Jefe Supremo de Cuenca. Pero poco tiempo después regresó al Perú, donde falleció en 1873 tras una larga enfermedad. La noticia de su muerte fue ampliamente difundida en la prensa limeña de la época.
En el plano personal, Manuel Espantoso Avellán estuvo casado, en distintos momentos de su vida, con dos hermanas, hijas del panameño Francisco de Oramas y Romero, y de Petra Antonia del Carmen de Izáguirre y Echanique. Espantoso se casó por primera vez con María Francisca de Oramas e Izáguirre, quien falleció en Guayaquil el 27 de octubre de 1827 al dar a luz a su primogénito: Domingo Miceno Espantoso de Oramas. Seis años más tarde, en 1833, Espantoso contrajo matrimonio con la hermana menor de su difunta esposa, María Dolores de Oramas e Izáguirre, quien fue a la postre la madre de la esposa de John Blacker.
Foto: Carmen Espantoso Oramas, esposa de John Blacker. Foto cortesía Carlos Espantoso.
(*) Una década más tarde un hecho que marcaría la vida de George Hodges Nugent fue el terremoto y posterior maremoto que azotó Arica el 13 de agosto de 1868. La casa de Hodges Nugent fue totalmente destruida, pero el vicecónsul británico y su familia pudieron escapar con vida corriendo hacia una zona alta del pueblo. Posteriormente, sin bienes materiales, Hodges Nugent se sumó a los trabajos de reconstrucción del lugar. Años más tarde, después de la Batalla de Arica, el vicecónsul inglés fue el encargado de reconocer el cádaver de Francisco Bolognesi a pedido del general chileno Baquedano. Cuando Arica pasó a manos chilenas, Hodges Nugent no abandonó la localidad y permaneció allí hasta el fin de sus días. Sus restos reposan en el cementerio municipal de Arica. Hodges Nugent tuvo un hermano, Peter, quien fue vicecónsul inglés ad honorem en Iquique. Otros miembros de la familia Nugent tuvieron activa participación comercial en Tacna durante la segunda mitad del Siglo XIX.
En ese expediente Blacker aparece con su nombre de pila castellanizado (Juan) y además señaló los nombres castellanizados de sus padres: Alejandro Blacker y Susana María Thierry. Ambos habían nacido en Alemania y ya habían fallecido. Alexander Blacker Burrows murió el 12 de octubre de 1841, mientras que Jane Susan Marie Thierry Borkenstein falleció el 12 de febrero de 1848.
En el expediente matrimonial John Blacker se comprometió a educar a los hijos de su unión conyugal bajo el credo católico y presentó tres testigos de soltería. El primero fue el acaudalado comerciante inglés Carlos Eduardo Stubbs, en ese momento gerente de la Casa Gibbs de Lima. Otro testigo fue George Hodges Nugent(*), quien se desempeñaba como vicecónsul británico en Arica, y finalmente se presentó Carlos Eggert, de origen alemán, quien era empleado de la Casa Gibbs, firma para la que había trabajado antes en Tacna. Años más tarde Eggert sería gerente director de la Peruvian Guano Company.
Los tres testigos juramentaron bajo el rito protestante, mientras que el novio presentó también un certificado expedido por el consulado británico en Lima para acreditar su soltería. El documento fue firmado por el representante inglés John Barton, quien años antes, en 1852, figuraba junto a los hermanos Blacker como uno de los socios del “British Whist Club”.
Por otra parte, hasta ese momento, John Blacker no tenía hijos naturales registrados en la iglesia porque sus hijas Manuela, Aurelia y Natalia fueron bautizadas en fechas posteriores a su matrimonio, que se efectuó el 28 de marzo de 1858.
La novia fue Carmen Espantoso Oramas, de 19 años, natural de Guayaquil e hija de Manuel Domingo Espantoso Avellán y Dolores Oramas Izaguirre. Los Espantoso Oramas, de origen ecuatoriano, constituían una de las familias más influyentes de la sociedad limeña del siglo XIX y tenían una sólida posición económica. Manuel Domingo Espantoso Avellán había sido gobernador de Guayaquil hasta 1845 cuando estalló una rebelión que lo obligó a renunciar para facilitar la “segunda Independencia” de Ecuador.
La inestabilidad política en su país hizo que Espantoso viaje con su familia al Perú, donde se estableció y se dedicó a la actividad comercial naviera en sociedad con otros familiares. Fue íntimo amigo del presidente peruano Ramón Castilla y se tiene registro de que en una partida de naipes entre ambos Espantoso ganó 9 mil soles, una cifra exorbitante para la época. Sin embargo, así como ganaba grandes sumas, Espantoso también perdía importantes cantidades de dinero debido a su exagerada afición a los juegos de azar.
Una vez superada la crisis política de 1859 que puso al Ecuador en peligro de desaparecer como Estado independiente, Espantoso regresó a su país como Jefe Supremo de Cuenca. Pero poco tiempo después regresó al Perú, donde falleció en 1873 tras una larga enfermedad. La noticia de su muerte fue ampliamente difundida en la prensa limeña de la época.
En el plano personal, Manuel Espantoso Avellán estuvo casado, en distintos momentos de su vida, con dos hermanas, hijas del panameño Francisco de Oramas y Romero, y de Petra Antonia del Carmen de Izáguirre y Echanique. Espantoso se casó por primera vez con María Francisca de Oramas e Izáguirre, quien falleció en Guayaquil el 27 de octubre de 1827 al dar a luz a su primogénito: Domingo Miceno Espantoso de Oramas. Seis años más tarde, en 1833, Espantoso contrajo matrimonio con la hermana menor de su difunta esposa, María Dolores de Oramas e Izáguirre, quien fue a la postre la madre de la esposa de John Blacker.
Foto: Carmen Espantoso Oramas, esposa de John Blacker. Foto cortesía Carlos Espantoso.
(*) Una década más tarde un hecho que marcaría la vida de George Hodges Nugent fue el terremoto y posterior maremoto que azotó Arica el 13 de agosto de 1868. La casa de Hodges Nugent fue totalmente destruida, pero el vicecónsul británico y su familia pudieron escapar con vida corriendo hacia una zona alta del pueblo. Posteriormente, sin bienes materiales, Hodges Nugent se sumó a los trabajos de reconstrucción del lugar. Años más tarde, después de la Batalla de Arica, el vicecónsul inglés fue el encargado de reconocer el cádaver de Francisco Bolognesi a pedido del general chileno Baquedano. Cuando Arica pasó a manos chilenas, Hodges Nugent no abandonó la localidad y permaneció allí hasta el fin de sus días. Sus restos reposan en el cementerio municipal de Arica. Hodges Nugent tuvo un hermano, Peter, quien fue vicecónsul inglés ad honorem en Iquique. Otros miembros de la familia Nugent tuvieron activa participación comercial en Tacna durante la segunda mitad del Siglo XIX.
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