El domingo 3 de octubre de 1824, alrededor de las 8 de la mañana, el comerciante John Moens, el doctor Francis Anderson y un guía local partieron hacia Arequipa a caballo y lomo de mula. Heinrich Witt permaneció en Quilca y aprovechó el día para deambular por el pueblo. Cruzó a pie la desolada y desierta hilera de colinas que separaba el cabo del valle de Quilca. En el cabo se encontró con los capitanes Warren, London y Hamilton, quienes estaban tratando de conseguir mulas en una villa. Como no apareció ningún animal, Witt y los capitanes se sentaron en una choza del lugar para tomar vino, pisco y chicha.
Cuenta Witt que mientras pasaban el tiempo bebiendo se percataron de que se estaba organizando una pelea de gallos en el lugar. Cada gallo llevaba una pequeña y afilada navaja amarrada a una de las patas. Se formó un redondel, pero los gallos mostraron tan poco valor que la pelea fue un fiasco. Witt y los tres capitanes cruzaron nuevamente las colinas y decidieron sentarse en una tienda de aguardiente atendida por dos mujeres que no se sonrojaban ante las bromas. Posteriormente fueron a bordo del "Alpha", donde se les unió el capitán Morley para pasar la tarde.
Los siguientes días Witt los pasó también en compañia de los capitanes. De acuerdo a sus apuntes, Hamilton era el más educado de todos, con modales de caballero. Sobre los otros tres (Warren, London y Morley), Witt no tenía una gran opinión. El miércoles 6 de octubre Witt realizó una visita a Juan Elguera, empleado de Marcó del Pont. Respecto a este hecho y para tener una idea clara de la perspectiva que tenían en aquella época los extranjeros sobre el comportamiento social de los lugareños, transcribimos a continuación parte del diario de Witt: "Mientras estaba con Elguera, tres mujeres de Arequipa, que decían ser damas, le hicieron una visita. Se sentaron confortablemente sobre el baúl y la banca de madera. No les incomodó para nada la bacinica que se veía debajo de la cama de Elguera. La mayor fumaba y la menor, una linda chica, se refugió sobre la cama al ser asustada por una rata. La vieja mujer de la tienda de aguardiente me ofreció un cigarro que ella había estado fumando el cual no me atreví a rechazar".
Los días seguían pasando y Witt seguía haciendo visitas, reuniéndose con los capitanes ya nombrados y conociendo a otros capitanes y tripulantes cuyas embarcaciones llegaban a Quilca. Recién el martes 12 de octubre recibió una carta de Moens con órdenes específicas para desembarcar parte de la carga del "Wanderer". Tres días después, el viernes 15, empezó el trabajo. Para ello Witt contrató a cuatro hombres de la tripulación del "Dolphin" y dos botes cargados de mercancías fueron enviados a tierra.
Por la tarde, el capitán Warren apareció en el "Wanderer" acompañado de un tal Dickson, tripulante del bergantín danés "Perle", cuyo capitán (Bruhn), al no estar familiarizado con la posición de Quilca, había pasado este puerto por sotavento. Por ese motivo envíó a Dickson y otros tripulantes en un bote a obtener información, pero el bote se desfondó y el grupo tuvo que nadar hasta el límite de sus fuerzas para salvarse de morir ahogado. Finalmente llegaron a Quilca a lomo de mula y sin un centavo en el bolsillo.
Al día siguiente, el sábado 16, el "Perle" pudo finalmente anclar fuera de la rada tras 84 días de travesía desde Río de Janeiro. Ese día también ancló el bergantín "Bruce" del capitán Craig, que había partido del Callao hace 24 días. Witt estuvo muy ocupado como para ir a visitar a los tripulantes de alguno de los barcos, pero conoció al capitán Craig en tierra, quien lo puso al tanto de las novedades políticas. El Callao continuaba bloqueado debido a la guerra de Independencia, mientras que en Lima, donde habían ingresado cien marinos del H.M.S. "Cambridge" para proteger la propiedad británica, el comercio estaba paralizado. Estas noticias Witt se las envió inmediatamente a Moens vía carta.
En tanto, la descarga de la mercadería continuaba bajo la supervisión de Witt y se enviaron otros tres botes a tierra. Por la noche Witt cenó a bordo del "Arab" y sintió cierta afinidad con el capitán Warren, de quien escribió lo siguiente: "aunque estaba un poco alterado, resultó agradable, tal vez por primera vez desde que lo conocí. Contó varias historias graciosas y cantó una serie de canciones... Era la medianoche cuando regresamos a nuestro barco".
jueves, 21 de abril de 2011
jueves, 17 de marzo de 2011
Quilca, primer destino
A las once de la mañana del viernes 24 de setiembre de 1824 el barco inglés "Wanderer" ancló en el fondeadero de Quilca, el puerto de Arequipa. En ese momento, aunque la independencia del Perú ya había sido declarada por José de San Martín, los comerciantes extranjeros estaban obligados a solicitar una autorización especial a las autoridades españolas para desembarcar mercadería o trasladarse a otros lugares.
Ese primer vistazo al Perú no fue muy grato para Heinrich Witt, quien describe Quilca como una villa situada en un estrecho valle cubierto de maleza, por el que un río baja hacia el océano. Escribió Witt que el pueblo consistía en unas cuantas casuchas que rodeaban una iglesia en ruinas y que en la boca del río se había formado un banco de arena sobre el cual rompía el oleaje con violencia. Sin embargo, ese era el único lugar donde se podía conseguir agua fresca.
El domingo 26 de setiembre de 1824 Heinrich Witt dejó el "Wanderer" y bajó por primera vez a tierra, mientras que sus compañeros de viaje John Moens y el doctor Francis Anderson arreglaban sus papeles para solicitar permiso para viajar a Arequipa. Tras su primera visita a Quilca, Witt fue muy severo en sus apreciaciones: "Quilca me pareció el lugar más infeliz en el que haya puesto los ojos. Tiene 60 chozas miserables hechas de simple caña, sin cubierta de barro, sin color. Solo algunas de ellas tienen esteras sobre las cañas mientras que los techos tienen solamente esteras, lo cual ofrece poca protección frente a la lluvia. Se nos dijo que días atrás un toro y un caballo unidos por una correa, al tratar de ir violentamente en distintas direcciones, habían derrumbado varias chozas".
Ese día y en una de esas precarias viviendas Witt encontró al rico comerciante bonaerense Manuel Marcó del Pont, quien acababa de llegar de Camaná. Marcó del Pont junto al español Ambrosio Ibáñez habían obtenido una licencia especial del gobierno de Madrid para realizar actividades comerciales en los puertos intermedios de Sudamérica. Ellos tenían, asimismo, un acuerdo comercial con Anthony Gibbs & Sons de Londres.
Cuenta Witt que la casa donde encontró a Marcó del Pont no tenía ninguna ventana, siendo la puerta la única abertura que dejaba entrar la luz exterior. Sin embargo, el interior del lugar estaba forrado con tela de cáñamo y el suelo estaba entarimado. El mobiliario consistía en una cama envuelta en una piel, un baúl y un asiento hecho con dos palos y una tabla cruzada, donde se encontraba sentado Marcó del Pont, quien sufriendo de escalofríos y cubierto por un manto, se veía miserablemente enfermo.
Después de esa visita formal a un notable allegado a la Casa Gibbs, Witt notó que habían algunas carpas dispersas por el vecindario y ocupadas por alrededor de 40 hombres y mujeres que habían llegado de Camaná con el propósito de bañarse (en Quilca, dice Witt, fue la primera vez en su vida que vio a mujeres fumar y bañarse en el mar).
Además, bajo una carpa abierta, estaban el comandante del puerto y varios españoles almorzando juntos. Los gastos corrían por cuenta de Lucas de la Cotera, un comerciante español establecido en Arequipa, a quien todos los extranjeros que llevaban carga a los puertos intermedios estaban obligados a encomendarse y que debido a su riqueza tenía gran influencia sobre el gobernador español. En este punto cabe repetir que la Casa Gibbs era una de las pocas excepciones y no estaba encomendada a Lucas de la Cotera, sino a Marcó del Pont e Ibáñez.
El mismo domingo 26 de setiembre Witt, Moens y Anderson almorzaron a bordo del "Egham" del capitán Turner. Cuenta Witt que por primera vez probó el pisco, al cual describe como "un licor puro, blanco y fuerte hecho de uvas... que toma su nombre del puerto de Pisco, desde donde se exporta".
A pesar de que Witt describió a Quilca como un lugar precario y casi salvaje, él mismo reconoció su importancia comercial al consignar el nombre de los barcos y capitanes que se encontraban anclados en el puerto el martes 28 de setiembre de 1824. Ahí estaban los barcos ingleses "Wanderer" del capitán Warren y "Egham"del capitán Turner; los bergantines ingleses "Shakespeare"del capitán Morley, "Alpha"del capitán London, "Arab"del capitán Hamilton y "Dolphin", un barco de Gibraltar consignado a Samuel B. Mardon. La corbeta norteamericana "Peacock" del capitán Canning, la coberta francesa "La Diligente"del capitán Villars, el barco norteamericano "Tartar"del capitán Gerry y los barcos franceses "Le Telegraphe" y "Ernestine".
Finalmente, el sábado 2 de octubre de 1824 llegó la autorización española para el viaje de John Moens y el doctor Francis Anderson a Arequipa. Ambos bajaron a tierra junto a Witt y se unieron a los capitanes Hamilton, Turner, London, Warren y Baldwin, quien había llegado dos días antes a mando del "Cora". Moens y Anderson querían trasladarse ese mismo día a Arequipa, pero se dieron con la sorpresa de que casi toda la población de Quilca estaba ebria debido a la celebración de una boda. Fue imposible conseguir mulas o guía y tuvieron que postergar el viaje para el día siguiente.
Ese primer vistazo al Perú no fue muy grato para Heinrich Witt, quien describe Quilca como una villa situada en un estrecho valle cubierto de maleza, por el que un río baja hacia el océano. Escribió Witt que el pueblo consistía en unas cuantas casuchas que rodeaban una iglesia en ruinas y que en la boca del río se había formado un banco de arena sobre el cual rompía el oleaje con violencia. Sin embargo, ese era el único lugar donde se podía conseguir agua fresca.
El domingo 26 de setiembre de 1824 Heinrich Witt dejó el "Wanderer" y bajó por primera vez a tierra, mientras que sus compañeros de viaje John Moens y el doctor Francis Anderson arreglaban sus papeles para solicitar permiso para viajar a Arequipa. Tras su primera visita a Quilca, Witt fue muy severo en sus apreciaciones: "Quilca me pareció el lugar más infeliz en el que haya puesto los ojos. Tiene 60 chozas miserables hechas de simple caña, sin cubierta de barro, sin color. Solo algunas de ellas tienen esteras sobre las cañas mientras que los techos tienen solamente esteras, lo cual ofrece poca protección frente a la lluvia. Se nos dijo que días atrás un toro y un caballo unidos por una correa, al tratar de ir violentamente en distintas direcciones, habían derrumbado varias chozas".
Ese día y en una de esas precarias viviendas Witt encontró al rico comerciante bonaerense Manuel Marcó del Pont, quien acababa de llegar de Camaná. Marcó del Pont junto al español Ambrosio Ibáñez habían obtenido una licencia especial del gobierno de Madrid para realizar actividades comerciales en los puertos intermedios de Sudamérica. Ellos tenían, asimismo, un acuerdo comercial con Anthony Gibbs & Sons de Londres.
Cuenta Witt que la casa donde encontró a Marcó del Pont no tenía ninguna ventana, siendo la puerta la única abertura que dejaba entrar la luz exterior. Sin embargo, el interior del lugar estaba forrado con tela de cáñamo y el suelo estaba entarimado. El mobiliario consistía en una cama envuelta en una piel, un baúl y un asiento hecho con dos palos y una tabla cruzada, donde se encontraba sentado Marcó del Pont, quien sufriendo de escalofríos y cubierto por un manto, se veía miserablemente enfermo.
Después de esa visita formal a un notable allegado a la Casa Gibbs, Witt notó que habían algunas carpas dispersas por el vecindario y ocupadas por alrededor de 40 hombres y mujeres que habían llegado de Camaná con el propósito de bañarse (en Quilca, dice Witt, fue la primera vez en su vida que vio a mujeres fumar y bañarse en el mar).
Además, bajo una carpa abierta, estaban el comandante del puerto y varios españoles almorzando juntos. Los gastos corrían por cuenta de Lucas de la Cotera, un comerciante español establecido en Arequipa, a quien todos los extranjeros que llevaban carga a los puertos intermedios estaban obligados a encomendarse y que debido a su riqueza tenía gran influencia sobre el gobernador español. En este punto cabe repetir que la Casa Gibbs era una de las pocas excepciones y no estaba encomendada a Lucas de la Cotera, sino a Marcó del Pont e Ibáñez.
El mismo domingo 26 de setiembre Witt, Moens y Anderson almorzaron a bordo del "Egham" del capitán Turner. Cuenta Witt que por primera vez probó el pisco, al cual describe como "un licor puro, blanco y fuerte hecho de uvas... que toma su nombre del puerto de Pisco, desde donde se exporta".
A pesar de que Witt describió a Quilca como un lugar precario y casi salvaje, él mismo reconoció su importancia comercial al consignar el nombre de los barcos y capitanes que se encontraban anclados en el puerto el martes 28 de setiembre de 1824. Ahí estaban los barcos ingleses "Wanderer" del capitán Warren y "Egham"del capitán Turner; los bergantines ingleses "Shakespeare"del capitán Morley, "Alpha"del capitán London, "Arab"del capitán Hamilton y "Dolphin", un barco de Gibraltar consignado a Samuel B. Mardon. La corbeta norteamericana "Peacock" del capitán Canning, la coberta francesa "La Diligente"del capitán Villars, el barco norteamericano "Tartar"del capitán Gerry y los barcos franceses "Le Telegraphe" y "Ernestine".
Finalmente, el sábado 2 de octubre de 1824 llegó la autorización española para el viaje de John Moens y el doctor Francis Anderson a Arequipa. Ambos bajaron a tierra junto a Witt y se unieron a los capitanes Hamilton, Turner, London, Warren y Baldwin, quien había llegado dos días antes a mando del "Cora". Moens y Anderson querían trasladarse ese mismo día a Arequipa, pero se dieron con la sorpresa de que casi toda la población de Quilca estaba ebria debido a la celebración de una boda. Fue imposible conseguir mulas o guía y tuvieron que postergar el viaje para el día siguiente.
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