miércoles, 6 de febrero de 2008

Nombre misterioso

En los primeros meses de la investigación genealógica sobre los Blacker en el Perú se estableció que el comerciante inglés John Blacker Thierry y Gavina Martel Reyes tuvieron tres hijos, pero esta información resultó incompleta tras encontrar en los registros parroquiales un nuevo nombre ligado a la pareja.

En los libros antiguos de la iglesia de San Marcelo está inscrita la partida de bautizo de Natalia Blaque Zamora, natural de Lima y bautizada -a los 6 años de edad- el 7 de diciembre de 1863. En la partida se consigna que la niña ya había sido bautizada antes por caso de necesidad y que el bautizo lo efectuó un padre del convento de San Agustín.

El dato que llamó la atención en el documento es que como sus padres figuran Juan Carlos Blaque y Gavina Zamora. La coincidencia en los nombres de pila (Juan y Gavina) condujo a seguir esa pista basados, además, en dos premisas puntuales: La primera, era común que en esa época se cometieran errores a la hora de escribir los apellidos extranjeros, lo que podría explicar la aparición de Blaque en lugar de Blacker; mientras que la segunda premisa se apoyaba en el apellido de Gavina Zamora porque, a lo largo de la investigación, se han encontrado una serie de documentos en los cuales Gavina Martel Reyes aparece como Gavina Alzamora, Gavina Martel de Alzamora, Gavina Martel y Alzamora o Gavina Martel del Alzamora. Asimismo, su nombre aparece escrito indistintamente con “v” intermedia (Gavina) o con “b” intermedia (Gabina).

Esta confusión de apellidos se registra incluso en la partida de defunción de Leoncio Blacker Martel, donde su nombre figura como Leoncio Blacker Alzamora, y también en las partidas de nacimiento y defunción de Aurelia Blacker Martel, cuyo apellido materno también aparece como Alzamora.

Es así que analizando la pista de Natalia Blaque Zamora se encontró que ella murió apenas 16 días después de su bautizo y que en su partida de defunción fue inscrita como Natalia Blacar. La defunción se registró el 23 de diciembre de 1863, vísperas de Navidad, señalando que la muerte se produjo a consecuencia de una “fiebre al cerebro”.

Hasta ese momento la verdadera identidad de la niña continuaba sin aclararse y el desconcierto durante la investigación aumentó cuando en la Beneficencia de Lima se encontró que fue registrada como Natalia Blancar antes de su entierro. Además, se pagaron 40 soles por la carroza que trasladó sus restos al cementerio general, una cifra inusualmente alta para esa época.

Finalmente, en el cementerio Presbítero Maestro, se halló su lápida, donde su nombre figura como Natalia Blakar. Es decir, solamente durante el mes de diciembre de 1863 se escribió el apellido de la niña de cuatro maneras distintas: Blaque, Blacar, Blancar y Blakar.

En un principio, con esta confusa información, era imposible determinar con exactitud la filiación de la infante, pero las dudas terminaron cuando se tuvo acceso al censo de la Municipalidad de Lima correspondiente al año 1860. Natalia fue hija de John Blacker y Gavina Martel.

Pero este no fue el único caso que arrojó dudas sobre el real número de hijos que tuvieron John y Gavina. Un dato similar surgió cuando se encontró información relacionada a un tal Lorenzo Blacker en los registros parroquiales de la iglesia de San Marcelo. El nombre de Lorenzo Blacker, natural de Lima y de oficio comerciante, aparece en una partida de bautizo del 15 de agosto de 1879 como padre de un hijo natural llamado Rosendo Blacker Ramírez.

Las dudas sobre los orígenes de Lorenzo Blacker se fundamentaban en el hecho de que fue padre en 1879. Es decir, tomando como referencia ese año, era válido deducir que nació en Lima en la década de 1850, época en la que precisamente tuvo lugar la relación entre John Blacker y Gavina Martel. Adicionalmente, un hermano de Gavina, nacido en 1830, se llamaba también Lorenzo.

Lo extraño del asunto era que se trataba de la única documentación encontrada sobre Lorenzo Blacker. No se encontraron más pistas sobre él ni sobre su hijo Rosendo en parroquias, libros, censos, municipalidades o cementerios. Sin embargo, las dudas se aclararon cuando se siguió la pista de la madre del pequeño, Carmen Ramírez, quien era natural de Iquique, territorio peruano que posteriormente pasaría a manos chilenas.

En Iquique se descubrió que en 1870 fue nombrado administrador principal de correos un funcionario llamado Lorenzo T. Black, quien permaneció viviendo en esa ciudad por varios años y luego fue comerciante en Lima. Es decir, en la iglesia de San Marcelo se cometió un error al escribir el apellido Blacker en lugar de Black.

En esa época los registros civiles no se consideraban importantes y los hijos se registraban únicamente en las iglesias. En el caso de los hijos naturales, los errores eran frecuentes porque éstos usualmente no eran llevados a bautizar ni por el padre ni por la madre. Habitualmente eran llevados a las iglesias por familiares o vecinos de la madre, quienes además daban verbalmente la información sobre el nombre de los progenitores, lo que en muchos casos inducía a errores.

Esa falta de precisión al momento de registrar los bautizos de los hijos naturales puede servir también para entender todas las dudas que surgieron inicialmente en torno al exacto número de descendientes que tuvieron John Blacker Thierry y Gavina Martel Reyes porque ellos nunca se casaron.

Foto: Partida de nacimiento de Natalia Blaque Zamora, cuyo nombre verdadero fue Natalia Blacker Martel.

viernes, 1 de febrero de 2008

Leoncio Blacker

Como ya se señaló en un post anterior, Manuela Blacker Martel nació en marzo de 1853, mientras que dos años más tarde, el 1 de marzo de 1855, nació su hermano Leoncio. Eran tiempos de profundos cambios en la historia del Perú. En aquel 1855 Ramón Castilla derrocó al presidente José Rufino Echenique, a quien precisamente le había cedido el poder en 1851.

Con el retorno de Castilla a la presidencia entró en vigencia la ley que abolió la esclavitud y se anuló el tributo obligatorio que debían pagar los indígenas, mientras que en el aspecto urbano se impulsó la creación de la empresa de agua potable y se dieron los primeros pasos para mejorar la salud pública porque Lima era una ciudad que vivía en constante riesgo de sufrir epidemias. Precisamente, en 1854, un año antes del nacimiento de Leoncio, se había producido una epidemia de fiebre amarilla que causó pánico y más de dos mil muertos en la capital.

Al no existir un apropiado servicio de desagüe, la mayoría de calles de la ciudad tenían acequias y albañales de poco fondo donde se depositaban desperdicios, así como las deyecciones de personas y animales. El funcionamiento del ferrocarril no significó que las mulas, los burros y los caballos dejasen de ser un útil medio de transporte. Además, los campesinos solían conducir por la ciudad rebaños de vicuñas y alpacas llevando diferentes productos. Todos esos animales evacuaban sus excreciones en las calles y en las acequias, que no sólo emanaban olores desagradables sino se desbordaban con facilidad, provocando serios riesgos para la salud.

El agua limpia que se consumía en Lima provenía del río Surco y de un manantial formado por filtraciones del río Rímac, pero no llegaba a las casas a través de tuberías. Las cañerías subterráneas conducían el agua a las piletas y fuentes públicas que se ubicaban en plazas y plazuelas. De aquellas piletas y fuentes, los aguadores tomaban el agua que luego vendían a pie o montados sobre el flaco lomo de sus mulas, con dos barriles llenos que hacían contrapeso. Los vecinos también podían tomar libremente el agua de las fuentes, mientras que algunas casas tenían pozos de agua subterránea o acequias.

En esa época el concepto de higiene y salud pública recién empezaba a adquirir importancia, lo que era además una muestra de los nuevos tiempos que se vivían en la capital a partir de la riqueza generada por el guano. En octubre de 1855 el gobierno concedió a Thomas Wheelock un privilegio por 50 años para llevar agua a las casas a través de cañerías, contrato que posteriormente el concesionario transfirió a Manuel Mariano Basagoytia, quien se convirtió en accionista principal de la "Empresa de Agua".

Por otra parte, el 5 de mayo de 1857, cuando Leoncio Blacker tenía dos años de edad, Lima siguió su camino hacia la modernidad con la inauguración del sistema público de alumbrado a gas. Por orden del presidente Castilla se encendieron 400 lampadarios que alumbraron el Palacio de Gobierno y cuatro cuadras a la redonda en medio de la curiosidad y alegría general.

Sólo dos meses después de aquella inauguración, el 27 de julio de 1857, Gavina Martel Reyes dio a luz a una niña que recibió el nombre de Aurelia Blacker. Ella fue bautizada en la parroquia de San Marcelo el 7 de mayo de 1858, a los 9 meses y días de nacida. En la partida de bautizo se consigna que la niña ya había sido bautizada antes, por caso de necesidad, por el presbítero José María Chumpitaz.

Esta situación puede parecer extraña, aunque la explicación se encuentra en una costumbre de la época. Si una persona tenía amistad con el cura de la iglesia correspondiente a su barrio, no era insólito que le pidiera que acuda a su casa a “ponerle agua bautismal” al recién nacido, sobre todo si el niño tenía algún problema de salud o algún brote infeccioso se había presentado en la ciudad.
El cura acudía a la casa del feligrés de su iglesia, efectuaba una ceremonia sencilla, apuntaba en un pequeño papel los datos del niño y posteriormente registraba el bautizo en los libros de la iglesia. No obstante, en fecha posterior, el niño tenía que ser llevado obligatoriamente a la iglesia para recibir “óleo y crisma”. Este fue el caso de Aurelia Blacker.

También en 1857 el Salón de Comercio y la Biblioteca Inglesa de Lima, institución que ya era conocida simplemente como Bolsa o club Inglés, se trasladó a la casa del ciudadano Pedro Terry, en la calle Melchor Malo, donde siguió operando con sus más de cien miembros inscritos. Unos años antes esta institución había funcionado bajo la presidencia de Samuel Went.

Foto: Leoncio Blacker Martel a los 20 años de edad. Imagen tomada en Piura.